en Mesopotamia
(Jorge Mª
Ribero-Meneses)
La primera palabra conocida, grabada sobre piedra en
tiene 38.500 años de antigüedad
La primera sílaba del
lenguaje
Fig. 15 |
Aunque un segmento del trazo izquierdo de
En otro orden de cosas, el hecho de que la
línea horizontal que divide
Sin duda no existían todas las letras que
hoy conocemos cuando
Fig. 16 |
En el único esquema filológico que acompaña a
estas páginas (fig. 16), fruto de mis investigaciones para reconstruir la forma
como se produjo el nacimiento del lenguaje, destaco los fonemos A y B como primogénitos del lenguaje humano. Y, junto a ellos y
habiendo seguido una evolución distinta a la de vocales y consonantes, señalo a
la conjunción de las vocales I + A
como la raíz de varias consonantes que de ellas se han originado. En seguida
conoceremos la trascendencia de este hecho, aunque antes de seguir adelante,
considero obligado decir que el esquema en cuestión -que he mantenido en
secreto por espacio de veinte años- constituye
el cimiento mismo de la ciencia filológica. Sin ese esquema, sin conocer la
forma como han evolucionado los sonidos o fonemas y, por ende, las letras que los
representan, no hay Filología posible.
Hay, sí, especulaciones, cabildeos y elucubraciones acerca del lenguaje, pero
no hay Ciencia merecedora de tal
nombre. Porque, ¿cómo podemos construir una ciencia, sin dotarla previamente de
un método y de un sistematismo sólidos? Nunca me ha entrado ni me entrará en la
cabeza cómo los lingüistas han podido consagrar sus vidas al estudio del
lenguaje, sin haberse planteado la necesidad de construir un esquema como el
que, por vez primera, aparece reproducido junto a estas líneas. Esquema que,
insisto, es el primero de su género. Jamás se ha elaborado otro análogo o
remotamente semejante. Nada. Y
quiero dejar constancia de que el esquema que aquí presento es el primero
elaborado por mí, pero no el definitivo. En el definitivo, que publicaré en su
día, he incorporado algunas variantes, no sustantivas, pero sí significativas.
No es éste el momento de comentar en
profundidad el alcance del Esquema de las
consonantes, pero resultaba obligado hacer alusión a él, porque la palabra que aparece grabada en el
amuleto de El Castillo resulta ser la
misma que hace más de diez años, cuando se dibujó mi esquema por vez primera,
aparece ya como raíz de las consonantes ll,
y, j, l, n, r... De donde resulta que si hacia el año 1991 yo proponía al fonema IA como crucial en la génesis del
lenguaje humano, en el año 2004 he
venido a descubrir la primera palabra conocida y documentada hasta el presente,
siendo esa palabra exactamente la misma:
IA. Y no cabe truco ni artimaña posible, porque en 1991 no se
había descubierto -ni, por ende, publicado- el amuleto triangular de El Castillo, siendo mi hallazgo filológico
anterior en casi tres lustros al hallazgo arqueológico que me ha permitido
revalidar una de las premisas fundamentales de mi esquema.
Fig. 20 |
De mis investigaciones sobre el nacimiento del
habla se desprende que el primer sonido articulado por el ser humano fue ba.
Y que la primera palabra compleja, bisilábica, fue balla = baya. Por
agregación de ba + ia. Pues bien, la palabra que vemos reproducida en el
triángulo de El Castillo es IA,
pronunciada de este modo o con cualquiera de sus equivalentes: YA...,
LLA..., JA... o GA. Porque debemos partir del
principio axiomático de que la proliferación de sonidos y, por consiguiente, de
letras, del lenguaje que hoy conocemos, es extraordinariamente moderna. Si
retrocediéramos en el tiempo, iríamos viendo cómo fonemas y letras se reducen,
hasta quedar reducidas a la mínima expresión ya señalada: ba / ya / baya... Es,
pues, absolutamente indiferente que pronunciemos ya / ia / lla / ja. Es
indiferente, porque los matices de articulación que existen entre unos y otros
sonidos son mínimos, casi imperceptibles. Y, además, relativamente modernos.
Quiero decir con ello, que las palabras que hoy empiezan con esas raíces -ya- /
lla- / ja-- son derivaciones de otras voces más antiguas en las que no
existía esta multiplicidad. De donde resulta que todas esas palabras, nacidas
de la misma, comparten significados
análogos como denominaciones que son de la vulva y vagina de la
mujer. Y..., ¡cómo olvidar, a este respecto, las prodigiosas representaciones
de éstas que encontramos en algunas cuevas cantábricas! Recuerdo ahora la
bóveda de Chufín, con una impresionante vagina labrada y pintada
en la roca con escalofriante fidelidad (fig. 20).
Siendo el órgano genital femenino -por
diversos motivos- la mayor de las obsesiones del ser humano (y me refiero no
solamente a los hombres sino también a las mujeres), cae por su propio peso que
las primeras palabras del lenguaje hubieron de estar relacionadas con él. Así
lo dicta el sentido común y así lo establecen las conclusiones de mis estudios
sobre el origen del habla. Porque, justamente porque fue ba la primera palabra
articulada por el ser humano, seguimos utilizando las siguientes palabras para
referirnos al sexo de la mujer:
Ba =
Va > válbula
- vulva - vagina
- barba (vello de la vulva) - baba (flujo de la balba o vulba)
Pero no es BA sino YA
en mi opinión, la palabra monosilábica que aparece grabada en el triángulo de El Castillo. Podría ser BA,
porque una de las versiones de la b en la antigua escritura ibérica
fue un palote similar al que vemos
grabado delante de
Yacer es el genuino término castellano para referirse al
hecho de hacer el amor, copular, tener
conyugio, fornicar, joder... Obsérvese, un nuevo
derivado de ja-. El propio término hacer que aún sigue vigente en la
locución hacer el amor, es un
derivado de yacer. Porque la consonante h suple siempre a una
consonante perdida. Y es que la acción por antonomasia es la
fornicación, concepto este al que todavía seguimos designando como el acto
sexual...
¡Ay el antiquísimo nombre del ojal
femenino...!
Algo tiene que ver cuanto acabo de desvelar con
el nombre del mítico Patrón de España, pero no es éste el
momento de entrar en ese asunto. Como tampoco podemos extendernos ahora en
recorrer todos los términos baskos surgidos de la radical ya- = ja- y cuyo
significado tiene un carácter sagrado. Empezando por Jainkoa ( = Dios). O jayera (devoción). O jaurestu (adorar). Adorar... ¿a quién? A la divinidad, por supuesto, pero antes que a ella y por encima de ella,
al órgano genital femenino. Aquel al que recuerdan las palabras baskas: jaio (nacer), jario (flujo), jarian
(manar), jator (fértil), jatorri (genealogía, origen, linaje...).
¿Comprendemos ahora cuál es el verdadero origen de la palabra castellana joya,
configurada a partir de la misma repetición del nombre de la vagina femenina: ya +
ya > yaya = joya?
Me honra haber sido el primer filólogo en
descubrir que las dos lenguas del planeta que comparten con el euskera el título de lenguas más puras
entre cuantas existen, son, por este orden, la ketxwa y la kaló.
Una lengua americana y otra de origen hasta ahora incierto pero que, como he
probado ya hasta la saciedad, es de cuño inconfundiblemente cantábrico. Bien,
pues esto es lo que la lengua hablada por los Jitanos españoles nos dice respecto al asunto que nos ocupa:
janrelle, órgano genital
jañí, nacimiento de agua, caño
jañike, caño de cualquier líquido
jaria, pierna (jeria)
jan, fuente = juan
jaramar, chupar
jarana, recreo, diversión
jalar, amar, querer, hacer el amor
(jelar)
jallipí, deseo, apetito carnal
jalenar, enamorar
jalí, amor, atracción, deseo (jelí)
jabe, agujero
jabillar, penetrar
jibilen, pozo
yeskue, ano
jastarí, receptáculo
yake, lumbre, fuego
yagule, fuego
yakuno, verano
jacha, calor = llama
jar, calor
Cuando estamos probando que ja =
ya ha sido una de las más remotas denominaciones del órgano genital
femenino, la abrumadora relación de términos kalós que acabo de reproducir, hace innecesario cualquier
comentario adicional...
He dicho que en todas las lenguas de
Para empezar y como la bulba o yaka es la puerta del cuerpo de la mujer, la lengua kechwa
denomina yaikuna a las puertas
y utiliza el verbo yaikuy como equivalente de nuestro penetrar. Por otra parte y al igual que ha sucedido en el euskera,
el habla andina identifica al agua
con los fluidos que manan de la bulba: yaku es el nombre del agua y, en general, de jugos y fluidos. Por otra parte, yarjai es el paralelo del castellano
hambre, relacionados ambos con el apetito sexual. Creo que nadie ha caído
en la cuenta de que la homonimia de los términos hambre - hembra - hombre
está proclamando a gritos que el hambre
por antonomasia no es la del estómago..., sino la que produce la apetencia
sexual desmedida. Y la prueba colosal de ello nos la proporciona la palabra
siguiente, porque cuando ya había quedado escrito cuanto antecede, el
diccionario de kechwa ha dejado petrificado al autor de estas líneas, al poner
ante él la palabra yajuy = yojuy: unirse
sexualmente la mujer y el hombre. Relea el lector los últimos párrafos... y
juzgue por sí mismo. Relea y verá que acabo de deducir que ha sido yaja
uno de los más viejos términos para designar a la bulba de la mujer y, por
extensión, al conyugio entre hombre y mujer... Consecuentemente, los antiguos
Inkas denominaron yayas a las madres o dueñas, habiéndose aplicado este mismo
término, ya modernamente, a padres y amos... Pero nuestro asombro no ha hecho
más que empezar a manifestarse, porque siempre a partir de la misma radical ya
que designara al sexo de la mujer, vemos cómo los antiguos Inkas denominaron yuma = juma
al semen masculino y, por extensión, yumay a los verbos engendrar, fornicar y eyacular...
Por otra parte y como la menstruación convierte al sexo femenino en manantial de sangre, la propia lengua ketxwa
denomina yawar y yukyu (ya al cuadrado) a la sangre... Y yuriy al verbo nacer y,
consecuentemente, yuyai la vida...¡Nada menos! Aunque lo más
asombroso y que debería darnos muchísimo que pensar, es el hecho de que yuyai
signifique también pensamiento, juicio,
razón... O yachai, el saber...
Como vemos, el conocimiento y la racionalidad estrechamente vinculados a
la bulba y a la bagina femenina... ¡Monumental!
Si nos remitimos a la raíz ja-,
paralela de ya-, todo lo que descubrimos no tiene, tampoco, desperdicio.
Para empezar y por razones obvias, jacha (sucio)... O jajoy (sobar, magrear), por razones no menos evidentes (recuérdese: yajuy
= copular)... O jalay
(desnudarse) y, a continuación, jalaiway
(echarse al suelo)... O jalla (angosto, estrecho)... O jallai (el principio, lo primero)... O japu (blando, suave, mullido)... O jasiak (mujer embarazada)... O jasju (labio partido)... O jaspa (vello rizado o crespo)... O jaukay (holgar)... O joya (reina, diosa)... O jutju (agujero)... O jucha (pecado). Sin comentarios.
O, en fin, y para desbordar nuestro asombro,
jallu
(lengua, idioma). De donde resulta
que no es sólo la razón la que se
vincula al sexo de la mujer, sino también el propio lenguaje. Algo que por otra
parte corrobora la lengua kaló, al denominar lao a la palabra. Y huelga decir que la sílaba la
es una deformación de ya = lla...
Siempre en la lengua ketxwa y al hilo de cuanto ha quedado escrito en estas páginas
respecto al papel atribuido a las ánades
en el nacimiento de la vida, yuku es el nombre kechwa del cisne...
Después de conocer cuanto antece, ¿nos cabe
ya la más leve sombra de duda respecto al origen cantábrico de los pueblos que, como ahora empieza a confirmarse
arqueológicamente, colonizaron América
hace más de 20.000 años? ¿Nos cabe
alguna duda de que las gentes que moraban en Kantabria hace 40.000 años
y una de las cuales labró y grabó el amuleto de El Castillo, eran los abuelos de los primeros colonizadores de
América? ¿Nos cabe la más mínima
duda respecto al origen común de todas
las lenguas y de todos los seres humanos?
Inmejorable ocasión esta para recordar a mi
más directo predecesor. Esto es lo que Julio
Cejador escribe en Ibérica: El estudio comparado fue siempre
madre de los hallazgos. La comparación es madre de los inventos científicos y
en particular de la lingüística y del desciframiento de inscripciones.