en Mesopotamia
(Jorge Mª Ribero-Meneses)
La primera
palabra conocida, grabada sobre piedra en
tiene 38.500 años
de antigüedad
ÍNDICE:
1.
Introducción.
2.
La Filología tiene la clave de nuestro pasado.
3.
Las primeras evidencias de pensamiento simbólico.
4.
Oca, primer lugar poblado de
Iberia.
5.
El origen del nombre de Kantabria.
6.
El nombre de Puente Biesgo y la cuna de los Baskos.
7.
El homo sapiens
u hombre occidental.
8.
Un enclave arqueológico único en el mundo.
9.
Una piedra
de Roseta paleolítica.
10.
El “Alfa” y
el “Omega”.
11.
Una “A” con 38.500
años.
12.
La primera sílaba del lenguaje.
13.
El dios Jano.
14.
La cuna de
15.
Desde hoy,
Los “descubridores” de Europa. (Historia del descubrimiento de
la escritura).
16.
Introducción.
17.
La senda hacia el descubrimiento del origen del
habla.
18.
Antecedentes en el descubrimiento de la escritura.
a.
Julio Cejador.
b.
Waldemar Fenn
c.
El origen cantábrico de la palabra escritura.
d.
Los verdaderos padres de Europa.
Introducción. Inicio
El desdén con que los arqueólogos excavadores contemplan a
Mérito, pues, de National Geographic porque en ese número especial sobre La
evolución del hombre en el que tantas y tan sobresalientes referencias
se hacen al papel desempeñado por
El azar puso en mis manos, en efecto, un
ejemplar de ese número especial de National
Geographic que me ha permitido demostrar, al fin, la paternidad cantábrica
de la escritura. El mismo azar que
me llevase a Madrid el día 19 de Marzo de este año 2004 y que, tras obsequiarme
con una jornada deliciosa como celebración del Día del Padre, me hiciese acercarme al kiosko de la estación en la
que íbamos a embarcarnos de regreso a Segovia, en busca de algo completamente
diferente de lo que encontré. Sí, en aquel destartalado kiosko fui a toparme
con ese excepcional monográfico, en castellano, de National Geographic que, obvio es decirlo, no dudé ni un instante
en adquirir. En adquirir, que no en leer, porque mi habitual desbordamiento
de trabajo y lecturas no iba a permitirme profundizar en su estudio hasta casi
tres meses más tarde... y al hilo, nuevamente, de una visita a Madrid. Porque,
por un curioso guiño del destino y a escasas horas de haber constituido,
también en Madrid,
¿Cómo es posible que la fotografía que me ha
permitido hacer este descubrimiento, publicada desde hace meses en una revista
tan masivamente difundida como la mencionada, haya pasado inadvertida para
todas las decenas de miles de personas que la habrán contemplado en todo el mundo?
Dicen que la veteranía es un grado y
supongo que de algo tiene que valerme el hecho de estar viviendo, desde hace
veinte años, exclusiva y exhaustivamente consagrado a descifrar el primer
lenguaje de
No he sido el primer filólogo que ha
sostenido que
Nada de cuanto nos ha legado
Los seres humanos no hemos dejado jamás de hablar, ni tampoco hemos
abierto un paréntesis en nuestra necesidad de comunicarnos mediante palabras,
ya sea para adoptar otra lengua ya para inventar una nueva. Jamás hemos dejado
de hablar, por lo mismo que tampoco hemos abjurado de nuestra responsabilidad a
la hora de legar a nuestros descendientes la lengua que, a su vez, nos legaron
nuestros mayores.
Me enorgullece ser el filólogo que ha tenido
el privilegio de descubrir que el lenguaje es mucho más que un mero código de
comunicación entre los seres humanos. Porque, por asombroso que pueda
resultarnos, lo que conocemos como lenguaje
resulta ser la memoria de
Las primeras evidencias de pensamiento simbólico Inicio
Antes de seguir adelante con mi exposición,
considero obligado ceder la palabra a Victoria Cabrera y a Federico Bernaldo de
Quirós, directores de las excavaciones que con resultados cada vez más
extraordinarios vienen realizándose en ese impresionante filón arqueológico que
responde al nombre de Cueva del Castillo.
He aquí, pues, cuanto ambos escriben en el
reportaje de N.G. que me ha
permitido identificar la primera palabra
del lenguaje humano que hasta la fecha nos es conocida. Significativamente
y como si hubieran intuido mi descubrimiento, los dos arqueólogos citados
encabezan su artículo con el elocuente y premonitorio título de... Hacia
una mente simbólica:
Las
excavaciones realizadas (en
Las
excavaciones realizadas desde 1980 se han centrado especialmente en una etapa
crítica para
Unos
10.000 años más tarde, otro grupo humano abandonó el extremo de un hueso largo
utilizado como cincel, que presenta en el borde izquierdo una serie de trazos
cortos, realizados con buril y repetidos rítmicamente. Por último, el nivel auriñaciense de hace 38.500 años, está
proporcionando al equipo de excavación auténticas joyas de arte mueble de una
antigüedad insospechable.
Estos avances humanos, tímidos pero seguros,
coinciden también con el inicio de la expresión simbólica. Así lo
atestigua el hallazgo que tuvo lugar en 2001, en las capas de
En el
nivel 18c, correspondiente al auriñaciense (...) han aparecido motivos
simbólicos sobre un pequeño fragmento de cincel y sobre un hueso. Varias
dataciones de las muestras recogidas en las distintas campañas, a profundidades
diferentes y en puntos diversos,
ofrecieron un promedio de 40.000 años de antigüedad, la fecha más antigua para
el comienzo del paleolítico superior en Europa occidental. Las primeras
dataciones, publicadas en 1989, inauguraron un apasionado debate científico que
todavía sigue abierto en nuestros días, ya que hasta esa fecha la comunidad
científica situaba el inicio del paleolítico superior en Europa hace sólo entre
35.000 y 30.000 años.
(En el
nivel correspondiente a los 38.500 años) salieron
a la luz tres dientes de dos individuos infantiles de diferente edad, de
atribución incierta y dos piezas de arte mueble con grabados muy definidos.
Una de ellas constituye un descubrimiento excepcional por su rareza: se trata
de un hueso de ciervo con el cuarto delantero de un cuadrúpedo grabado y tal
vez pintado. Por la datación media del
nivel, se trata de la primera muestra de arte naturalista en Europa occidental. La otra pieza, que parece tener una
simbología femenina, es un segmento de arenisca recortado en forma triangular y
en el que aparecen grabadas una serie de líneas profundas que parecen representar
el sexo femenino. Este tipo
de representaciones se encuentran en antiguos paneles de arte rupestre.
Hasta aquí Victoria Cabrera y Bernaldo de
Quirós, a los que no rebatiré en esta ocasión respecto a sus tesis sobre la procedencia asiática del hombre moderno y sobre el papel
desempeñado por el hombre de Neanderthal
en el remotísimo enclave sagrado de Puente
Biesgo. Eso sí, no quiero dejar de aconsejarles prudencia a la hora de
repetir las tesis que hasta aquí han venido circulando en relación con la
verdadera procedencia de nuestros auténticos antepasados racionales. Porque
En el último de los párrafos que acabo de
reproducir, Victoria Cabrera y Bernaldo de Quirós sostienen que el hueso de
cérvido en el que aparece grabado el
cuarto delantero de un cuadrúpedo, es la primera muestra de arte naturalista en
Europa occidental. Y tienen razón, aunque no solamente de Europa occidental sino de todo el
planeta, ya que ninguna de las figuritas de ánades que han sido descubiertas en Alemania y en Siberia y que
comparten edades muy similares a los hallazgos realizados en
Existen poderosas razones que inducen a
pensar que muchas de las piezas de arte
mueble que aparecen, aquí o acullá, por la geografía europea, podrían
formar parte del ajuar o pertrecho de viaje de las gentes
originarias del Occidente que
acometieron la ímproba empresa de colonización del continente euroasiático. Y
digo esto porque es muy significativo que la única modalidad artística que no es exportable,
la pintura rupestre, tiene su feudo
por antonomasia en el Norte de España
y en el Sur de Francia. Léase, en el
área cantábrico-gala en la que se
concentra el mayor número de manifestaciones artísticas creadas por el hombre
de
La conclusión que se desprende de todo
cuanto antecede se me antoja absolutamente obvia: las gentes de la región franco-cantábrica eran autóctonas; las
de allende, foráneas, extranjeras. Su arte viajaba con ellos, no brotaba del
sustrato cultural de las tierras en las que aquellos pueblos viajeros fueron
asentándose. Algo parecido, para entendernos, a lo que aconteciera cuando
España afrontó la colonización de América, sembrando dicho continente de
monumentos y obras de arte gestados por Españoles o Europeos o bien por los
descendientes de éstos, herederos de su maestría y de su técnica. Ninguna de
esas maravillas y tesoros artísticos serían imaginables si no se hubiera
producido la colonización ibérica de América, del mismo modo que ninguno de los
tesoros arqueológicos que poco a poco van viendo la luz en suelo europeo,
serían imaginables si no se hubiera consumado el poblamiento de la desértica
Europa glacial, por parte de gentes llegadas del cultísimo, fertilísimo y
archipoblado Occidente.
Con razón escribiría -lúcidamente y hace ya
muchos años- el profesor Pericot: Nuestros ancestros nos han dejado algo que
todo el Oriente no nos puede arrebatar. El
privilegio de haber creado el primer arte de
Y con la misma clarividencia que Pericot, se
expresa el también historiador Francisco
Jordà Cerdà, cuando escribe en su obra
Casi es seguro que
Europa fue colonizada desde nuestra Península.
Todo esto se escribía hace décadas, cuando
ya el más elemental sentido común estaba proclamando a voz en grito que
Oca,
primer lugar poblado de Iberia Inicio
Todo apunta, pues, hacia el antiguo Occidente como matriz de la humanidad
inteligente. Y ¿dónde estaba ese extraviado Occidente? Obviamente, en
el país al que desde que el mundo es mundo se ha conocido con ese nombre:
Los Occitanos eran los habitantes de las
costas marítimas que rodean al golfo de Gascoña u Océano Tarbelliano, es decir los Aquitanos y los Cántabros.
Cuando existe un único pueblo en todo el
mundo que ha ostentado el nombre y el título de Occidental, resulta sencillamente peregrino perderse en
elucubraciones respecto a quiénes fueron aquellos Occidentales que por
morar a orillas del Océano que cierra el mundo conocido por el Occidente, fueron
identificados como los habitantes del Fin
del Mundo, como los pobladores de lo Último
y Postrero de
Es muy significativo que las figuritas de
arte mobiliar más antiguas descubiertas en el continente euroasiático, sean
precisamente ocas o especies
estrechamente emparentadas con ellas: gansos,
patos, cisnes... Y digo que es significativo porque aunque
E fue
la primera puebla que hicieron los Españoles Montes de Oca, e fueron esas gentes llamadas Centúbales e poblaron las riberas de Ebro e a la tierra llamaron Celtiberia
e después la llamaron Carpetania.
En estos términos tan categóricos se expresa
al antiguo cronista regio Diego de
Valera, en su Corónica de España
abreviada, por mandado de la muy noble Señora Doña Isabel de Castilla,
publicada en la ciudad de Burgos en el año 1487. ¿Son los actuales Montes
de Oca burgaleses -en los que se encuentra el más importante de todos
los yacimientos antropológicos descubierto en el planeta hasta el presente- ese
punto de la geografía española donde tuvieron su primer asiento los habitantes
de
A juzgar por los espectaculares restos
fósiles que están proporcionando los distintos yacimientos de Atapuerca,
podríamos sentirnos inclinados a pensar que, efectivamente, las viejas
tradiciones ibéricas atinaban al establecer la cuna de todos los Españoles en esa comarca de la provincia de
Burgos regada por el río Oca o... (mucha
atención) Besga. De hecho, Diego de Valera -como los demás
antiguos historiadores españoles que recogen esta viejísima tradición respecto
al primer lugar poblado de Iberia-, estuvo sin duda persuadido
de que esos Montes de Oca documentados por las más
vetustas fuentes históricas, eran aquellos que hoy responden a este nombre y en
los que, por un curiosísimo guiño del destino, han ido a aparecer los restos
fosilizados de los más antiguos pobladores, conocidos, de Iberia... y de todo el continente
europeo. Sin embargo, tanto Valera como cuantos sostuvieron antes que él
esa supuesta primogenitura de los Montes
de Oca, incurrieron en el error
de desconocer que han existido varios enclaves denominados Oca en el Norte de España
y que sólo un estudio en profundidad de todos ellos permite llegar a discernir
cuál fue el primero que ostentó ese nombre, legado más tarde a todos los demás.
Aunque no voy a entrar ahora en el estudio
de esta materia, sí quiero dejar clarísima constancia en estas líneas de que
esa Oca
a la que nombran nuestros antiguos historiadores, identificándola con los
primeros escenarios de la singladura humana sobre suelo ibérico, estuvo situada a orillas del Océano al que, como resulta evidente,
debía su nombre. Y es que una de las claves que conducía a la
identificación del primer escenario de la vida humana -sobre el suelo de Iberia y también de allende...-, se
escondía tras esta familia de voces hermanas a las que, hasta hoy, ni se había
concedido importancia alguna ni se había reconocido el parentesco que las
vincula: oca..., océano..., ocaso..., occidente..., ocultar..., ocluir...,
ocupar..., occiso..., ocre...
Océano = Okeanos es uno de los más viejos nombres de la mar
a la que hoy conocemos como Cantábrica
y a la que las gentes de
Todo el litoral cantábrico, desde Galicia hasta el País Basko, era y sigue siendo bañado por aquel Océano
Kántabro o Mar Océana hacia la que peregrinaban
las gentes de todo el mundo antiguo en el ocaso
de sus vidas, siguiendo devotamente la trayectoria del astro solar, con el fin
de ir a morir en las mismas aguas del País
del Ocaso o del Océano
en el que estaban persuadidas que el Sol moría todos los días a la hora
del crepúsculo. ¿Cómo explicar si no -pensaban
en su infinita ingenuidad- el hecho de
que el Astro Rey se tiña intensamente de rojo cada atardecer, proyectando su
color a las aguas de esa Mar Océana
o de Occidente
y consiguiendo que toda ella, cual si de sangre
se tratase, adquiera esa misma tonalidad ocre o rojiza? Por eso fue Roja otra de las denominaciones de
aquella Mar Occidental en la que el Sol moría todos los días al anochecer,
contemplado con extasiada devoción por todos los pobladores de la costa
cantábrica.
Debo abrir un paréntesis en este punto para
ponderar un hecho que merece ser conocido y que supone la enésima confirmación de
cómo
Pues bien, a la hora de ubicar
geográficamente a los primeros homo
sapiens conocidos, los antropólogos más renombrados del mundo que han intervenido
en la producción de la película antedicha -oportunamente titulada La odisea de la especie- no vacilan en
situar a orillas del Cantábrico
a nuestros antepasados directos los primeros hombres modernos, reconociendo con ello, de facto, la primogenitura
histórica de la región más septentrional de
Pero
El origen del nombre de Kantabria Inicio
Porque el Sol moría todas las noches en el Occidente, seguimos
denominando occisos a las personas difuntas... O decimos que algo se ocluye
cuando se cierra, recordando ese momento del ocaso en que el Sol se oculta en la línea del horizonte
marino... O denominamos ocio a las horas en las que, tras la
puesta del Sol, nos concedemos reposo... (lamentablemente,
esta sabia norma que ha regido el comportamiento humano a lo largo de toda
Siendo el Sol el protagonista indiscutible de toda esta historia que he
resumido en los párrafos precedentes, es fácil deducir que todos esos términos
derivados de Oca que he ido reseñando, beban directísimamente en la que
fuera una viejísima denominación del astro solar. Así sucede, en efecto, y
quien lo documenta es nada menos que la segunda lengua en antigüedad entre las
lenguas ibéricas: la lengua kaló hablada por los Gitanos españoles y que está
estrechamente emparentada con el euskera y con las demás lenguas
gestadas a orillas del Cantábrico.
Pues bien, en la lengua kaló, Okan es, justamente, el nombre del Sol...
Como el Sol
-Okan
para los Gitanos- era reconocido como
el Rey por antonomasia de los
antiguos habitantes de Iberia, oklay
era el término kaló equivalente de las voces castellanas monarca, rey o soberano.
Y en consecuencia y como estamos hablando de un rey absolutamente mítico al que se rendía culto como supuesto padre del Universo y autor de todo lo creado, los antiguos
Españoles le convirtieron en el destinatario de todas sus oraciones y preces.
Extremo este que nos dicta el sentido común pero que, además, vuelve a contar
con el refrendo de la lengua kaló: okanar
es el paralelo de orar y rezar en dicha lengua.
Es absolutamente obvio que todos estos
términos kalós derivados de Oka se integran en la misma familia
que la voz griega Okeanos (Océano),
incuestionablemente relacionadas todas ellas con aquel primer Ocaso
u Occidente
del Norte de España en el que las
más viejas tradiciones históricas de todos los pueblos de
Vemos, pues, que se produce una espectacular
coincidencia entre los viejos textos históricos que postulan a los Montes de Oca como el primer lugar poblado de
Cuando los antiguos historiadores griegos
documentan que la cuna de los dioses y -por
ende- la tierra matriz de sus antepasados, se encontraba a orillas de
¿A qué región del Occidente ibérico y
europeo recuerdan todas estas palabras que he venido enumerando? ¿Cuál fue
aquel País de Ocaso del que se sabían descendientes todos los pueblos de
¿Qué región ha conservado en su nombre esa
antiquísima denominación del Sol -Okan = Kan- que, como acabamos de
ver, está señalando con el dedo el punto exacto en el que nacieron todas estas
tradiciones y en el que, por consiguiente, hubo de tener necesariamente su primera morada nuestra especie? La respuesta es
bastante obvia: esa región sólo puede ser Kantabria... Bien es verdad
que una Cantabria que poco
tiene que ver con la exigua provincia que hoy ostenta este nombre y que en
Por algo los antiguos Griegos denominaron al mundo, Oikumene, fieles aún a la memoria de
ese mundo en miniatura, situado en el Occidente, desde el que, como
atestiguan las más viejas fuentes históricas, se dispersó
Por algo las viejas fuentes históricas
documentan en la antigua Kantabria
una ciudad denominada Okellas, virtualmente homónima de
aquella Okalea que los textos mitológicos nos presentan como morada,
nada menos que de la madre de Hérkules. Léase, de la quimérica madre del dios por antonomasia de los antiguos
pobladores de Iberia, conocido con
este y otros muchísimos epítetos que nos asombrarían y representado por doquier
en nuestro arte.
Porque las cosas sucedieron como vengo
resumiendo y porque el término Oca se ha visto rodeado siempre de
una singularísima aureola de celebridad, la ciudad castellana de Burgos fue conocida como Oca
en tiempos pretéritos, postulándose además como Cabeza de Castilla y como
primera
en
La imagen de una enorme oca presidiendo el
retablo de
Hasta hace pocos años, ningún arqueólogo del
mundo conocía cuanto acabo de relatar, ignorando por consiguiente el
significado y la importancia iconográfica de las ocas y de todas sus
hermanas las ánades, así como, por extensión, de todas las aves anfibias. Hoy
empieza a ser un secreto a voces que sólo aquellos excavadores que logren
descubrir figuras de estas bellísimas aves estarán entrando en contacto con los
más remotos estadios de la historia de la civilización. Y me cabe la doble
satisfacción de haber sido el descubridor de todo este asunto y de habérselo
dado a conocer a los arqueólogos europeos, con ocasión de mi asistencia a la
exposición L´aventure humaine, celebrada
en Bruselas a lo largo del otoño del año 1990. Jamás olvidaré la cara de
estupor de los organizadores de aquella extraordinaria exposición que reunía lo
más granado del arte paleolítico europeo,
al contemplar las figuritas de ánades y la escultura de un impresionante pato
descubiertos por mí en la no menos impresionante Necrópolis de Peña Alba,
situada en el corazón del macizo montañoso en el que -¡qué casualidad!- tiene sus fuentes el río Oca...
En efecto y como se haya abrumadoramente
documentado, las almas o albas de los antiguos Egipcios
volaban hacia el País de Occidente o del Ocaso, allí donde
reinaba el dios al que adoraban: Osiris Kan. Léase, el propio dios solar, Okan
= Kan, que ha dado nombre a Kantabria.
Al conocer mis figuras y cuanto le expliqué
respecto al culto a las ánades, el comisario de la
exposición belga a la que acabo de referirme, delegó su responsabilidad en la
misma y viajó de inmediato a Rusia con el fin de poder conocer y probar de
primera mano cuanto yo le había desvelado sobre este antiquísimo mito y sobre
las ocas paleolíticas de Siberia que lo documentan...
El nombre de Puente
Biesgo y la cuna de los Baskos Inicio
Me refería hace un momento al río Oca.
Y decía que de él ha tomado su nombre la comarca de Montes de Oca, situada
en el corazón mismo de la provincia de Burgos. También alertaba a mis lectores
sobre el hecho de que al río en cuestión se le conozca también con el nombre de
Besga,
reconocible todavía en una de las poblaciones que encuentra en su curso: Bribieska...
Los nombres del río Oca o Besga y de la villa de Bribieska, se integran en la misma
familia toponímica a la que pertenece la localidad cántabra de Puente Biesgo,
así denominada por verse recorrida por el río del mismo nombre. ¿Qué río es
éste? La respuesta es obvia: aquel al que hoy conocemos con el degradadísimo
nombre de Pas y cuyo primitivo y genuino nombre es el de Bazaga
= Bazaka = Bazka. Nombre que ha pervivido en el gentilicio de los
pueblos que moran a sus orillas y, en general, en el impresionante macizo
montañoso al que hoy conocemos como Montes
de Pas y al que nuestros
antepasados denominaron con nombres tan esclarecidos como los de Lombo
de Paz, Montes de Somo,
Montes de Lunada, Montes de Zallambra o Tellada, Macizo de Balbarnyz, Montes de Burgos y un larguísimo e ilustrísimo etcétera. ¿Por qué tántos
nombres para designar a un mismo macizo montañoso? La respuesta vuelve a ser
evidente: por su extraordinaria
antigüedad e importancia. Y es que no existe forma más fiable de medir la
antigüedad del poblamiento de un enclave determinado (río, monte, pueblo, isla,
ciudad...) que la multiplicidad de sus denominaciones.
¿Es plausible pensar que los Montes de Pas pudieran tener algo que ver con aquellos Montes de Oca propuestos por las viejas fuentes históricas como morada de
los primeros pobladores de
Pacieca: raza y familia noble de España. La
más antigua.
Así, con esta rotundidad. Y ocioso es decir
que detrás de esa raza Pacieca se oculta aquella a la que
hoy conocemos como Pasiega y que es epónima, a su vez, de los antiguos Astures Pésikos
cuya huella reconocemos en las poblaciones de Pesués y de Pesaguero...
Siendo la p una consonante de última generación, hija modernísima de
la b,
todos estos nombres que acabo de enumerar resultan ser corrupciones de otros
mucho más antiguos en los que era la letra b la que ocupaba la posición
inicial. Lo que quiere decir que es Baziega = Bazieka el verdadero
nombre de la raza Paziega y que, por ende, es Bazega = Bazga = Baz = Bas
el genuino nombre del río al que hoy conocemos como Pas, ingenuamente
persuadidos de que siempre ha ostentado este modernísimo nombre. Nada más lejos
de la realidad, sin embargo, y buena prueba de ello la presencia en su entorno
próximo o inmediato de lugares en los que todavía alienta la que fuera
primitiva denominación de este otrora celebérrimo río... y del propio macizo
montañoso en el que tiene sus fuentes y al que da nombre. Macizo, por cierto,
en el que las viejas tradiciones cantábricas localizaban el fin pactado de la
sangrienta guerra que enfrentara a los antiguos Kántabros con el más poderoso
Imperio de
Porque el verdadero nombre del río Pas es Bazga o
Bazka, ostenta Puente Biesgo el eminentísimo nombre que
ostenta. Y lo mismo cabe decir de
Como quiera que toda la toponimia castellana es un calco literal de la cantábrica,
el hecho de que al río Oca se le conozca también como Besga,
nos advierte respecto a la posibilidad de que hubiese sido Oca uno de los antiguos nombres
del río Bazga o Pas que fluye al pie de Puente Biesgo.
Es decir, que el río Oca = Besga burgalés hubiera
heredado no uno sólo sino los dos nombres que distinguieran al río Pas
en otro tiempo. Lo que vendría a significar que los Montes de Pas podrían
haber sido aquellos Montes de Oca recordados por la vieja
historiografía ibérica como el primer lugar poblado de
¿Fue Oca un antiguo nombre del río Paz =
Pas? La solución para este interrogante la tiene la toponimia de su
cuenca y, sobre todo, de sus fuentes. Porque las diversas denominaciones que
han ostentado los ríos, han quedado inevitablemente registradas en la toponimia
de sus cabeceras. ¿Ha sucedido también de este modo en el caso que nos ocupa?
Por supuesto que sí. Si consultamos un mapa, veremos que el río Pas
tiene su nacimiento al pie del Portillo
de Ocello o de Ocejo
y que a pocos kilómetros de su alumbramiento riega las tierras de la aldea de Ocella
= Oceja. Es indiscutible, pues, que ha sido Ocella = Okella = Oca un
antiguo nombre del río Pas, confirmando el rigor de las
informaciones aportadas por aquellos historiadores que ubican en la antigua Kantabria una población denominada Okellas...
Amén de que, abundando en lo anterior y
probando que Oca y Océano son nombres hermanos, vemos
cómo los Montes de Pas atesoran en su toponimia toda una rica gama de derivados
del hidrónimo Océano. Por razones muy precisas a las que habré de referirme
en una ocasión posterior.
¿Por qué asumió el pueblo basko
este gentilicio que hoy le distingue y que le ha dado nombradía universal? La
respuesta es muy sencilla: porque el País Basko tuvo y sigue teniendo su
raíz en el macizo de los Montes de Bazga = Baska... o Pas,
tan fielmente recordados en la antiquísima y arqueológicamente crucial Puente Biesgo...
¿No es absolutamente coherente que hoy se
reconozca al pueblo Basko como el más antiguo de Euroasia y el único descendiente directo de los primeros homo sapiens, con el hecho de que, hace
ya bastantes décadas, venga proponiéndose al Monte Castillo de Puente Biesgo como... "el
primer poblado troglodítico del mundo"?
Son palabras de Manuel Pereda de
Otro
hecho importante que nos prueba la continuidad y permanencia de la vida humana
prehistórica en esta región y que en tal sentido la sitúa también a la cabeza
del mundo, es el de la existencia de
cuevas que ofrecen el mayor número de niveles culturales y los más amplios e
importantes yacimientos.
El homo
sapiens u hombre occidental Inicio
Las investigaciones interdisciplinares no
conducen ni remotamente a la conclusión de que el hombre moderno procede de
África. Porque el estudio del lenguaje y de todas las tradiciones culturales
demuestra que la dispersión de
Aunque tanta o mayor fuerza que las
conclusiones de
Es perfectamente sabido que
Los pueblos primitivos que siguen existiendo
hoy en determinadas zonas de África e Iberoamérica, muy principalmente, no son pueblos prehistóricos que no han
evolucionado sino, muy al contrario, derivaciones de pueblos antiguos que han
conocido un galopante proceso de degradación cultural. No tienen, pues,
validez alguna las conclusiones que, por extrapolación, se están obteniendo de
ellos en el empeño por reconocer la idiosincrasia de las gentes que poblaron
Europa hace varias decenas de miles de años. Porque aquellos pueblos euroccidentales
del Paleolítico Superior tenían un
nivel cultural infinitamente mayor al que hoy poseen los pueblos primitivos
contemporáneos. Y si no, búsquense entre éstos las cuevas con pinturas y
grabados rupestres que sean remotamente similares a los gestados hace 20 ó 30
mil años en la región cantabrofranca...
Hecha esta precisión que estimo pertinente y
necesaria, voy a ofrecer una muestra de cómo pueden llegar a esclarecerse las
claves principales de nuestros orígenes, sin necesidad de efectuar
investigación o excavación alguna y apelando exclusivamente a la lógica más
elemental. Contando, pues, con la única herramienta que se encuentra al alcance
de todos y mediante la cual pueden llegar a resultar ociosos y hasta inútiles
los más sofisticados -y costosos- métodos de investigación. Y es que resulta
grotesco contemplar cómo se están invirtiendo en África centenares de millones
de dólares, en el empeño por esclarecer la filiación del ser humano, cuando con
un coste cero, sin mediar
investigación ninguna y sin otro auxilio que el de la inteligencia, resulta
perfectamente posible si no señalar con total precisión el lugar en el que se
produjo el nacimiento de nuestra especie sí, por lo menos, delimitar la región
en la que tuvo lugar ese alumbramiento.
Empecemos por decir que la condición de
pueblo primogénito de
Hemos de convenir, pues, en que la posesión
de una acrisolada vena colonizadora
es una condición sine qua non que
debe acreditar cualquier pueblo de
Pretender que fueron los Africanos quienes poblaron
Si hubieran sido los africanos los padres de
¿No cabe tildar de delirante la hipótesis hoy al uso de que pueblos africanos
colonizaron el mundo hace 100 ó 150 mil años, cuando por una parte los negros
brillan por su ausencia en todo el planeta y, por otra, tenemos constancia
inequívoca de que ningún pueblo de África ha salido a colonizar región alguna
del orbe en los últimos diez mil años de historia medianamente conocida?
El espíritu
colonizador está firmemente grabado en los genes de los pueblos más
antiguos de
En suma, que la hipótesis del poblamiento
del mundo por gentes salidas de África constituye el mayor atentado del que el
sentido común haya sido objeto jamás, aportándome nuevos argumentos para
repetir, una vez más, mi ya clásica
premonición respecto a que, en el decurso del próximo siglo, la tesis de
nuestro origen africano acabará gozando del mismo crédito y respetabilidad que
hoy pueda merecernos ese cuento de hadas que describe cómo los dos primeros
seres humanos, Adán y Eva, fueron creados por Dios en el Paraíso Terrenal...
Bueno, pues lo que acabamos de ver respecto
a las gentes de África, no difiere demasiado de lo que podríamos postular
respecto al flaco espíritu de conquista con que se han visto adornados los
pueblos asiáticos, identificados también, hasta ayer mismo, con los primeros
pobladores de
Sabemos poco de los primeros pobladores de
América, aunque sí lo bastante como para poder deducir que tampoco alumbró en
ellos la llama de la inquietud viajera. Porque está claro que no hicieron
incursión alguna fuera de su continente. Y porque tampoco parecen haberse
movido demasiado dentro del mismo, a juzgar por las abismales diferencias que
se aprecian entre los cultísimos y archiurbanizados pueblos de Sudamérica y los
harto más rústicos y asilvestrados habitantes de Norteamérica.
La mejor prueba del carácter estático de los pueblos asiáticos nos la
proporciona el pueblo chino, habitante de un extenso país que no parece haber
abandonado jamás, a pesar del acuciante problema de superpoblación que ha
padecido y padece. Y algo parecido podríamos decir de la nación India, aquejada
también de ese mismo problema de desmedido crecimiento geográfico y a pesar de
ello reacia a desmembrarse con movimientos migratorios como los que, de manera
general, han protagonizado la mayoría de los pueblos de Europa.
Hablemos pues, por último, de los pueblos
europeos y, muy en particular, de aquellos que habitan en el Occidente de Europa. Hablemos, sí, de
la inusitada tradición viajera de estos pueblos a los que vengo postulando en
solitario como los más viejos de
Alguien podría decir que la tradición
viajera de los países del Occidente de Europa no se remonta a épocas demasiado
remotas. Sí, alguien podría esgrimir este argumento en contra de mi tesis y,
naturalmente, se equivocaría. Porque hace nada menos que 6000 años ya está documentada la presencia de pueblos euroccidentales... ¡en China!
Y mucho más atrás en el tiempo, en torno a hace 40.000 años, gentes originarias del Occidente de Europa que
reverenciaban a
Algo parecido podríamos decir del
poblamiento de Australia -obviamente por mar- por parte de unos individuos que
realizaban pinturas rupestres, que tenían creencias afines a las de los pueblos
de Occidente y que, además, poseían
unas rasgos faciales en los que no resultaba difícil reconocer el marchamo de
los neanderthales
europeos.
Por lo que a América se refiere,
existen ya pruebas científicas que demuestran que fueron los pueblos del Norte de España los primeros
en viajar a ella, no siendo la navegación de los Españoles encabezados por
Cristóbal Colón sino una nueva edición
de algo que había sucedido, que llevaba sucediendo desde hacía muchos miles de
años, teniendo siempre a los pueblos del Occidente
de Europa como protagonistas (ver gráfico, fig. 1). Leamos lo que R.
Martínez de Rituerto escribiera en el año 2000 en las páginas de El País:
Colón partió de España para descubrir América en
1492, pero no fue el primer vecino de
Stanford ha dedicado su vida de investigador a
buscar a los primeros americanos. La tesis convencional señala que cazadores de
mamuts llegaron hace unos 14.000 años a América desde Asia, cruzando sobre los
hielos del estrecho de Bering para extenderse, con el paso de los milenios, por
todo el continente. El que se tiene como el yacimiento arqueológico más antiguo
de Estados Unidos se halla en Clovis (Nuevo México), en el suroeste del país, y
siempre se ha trabajado en él pensando que fue un asentamiento de aquellos
viajeros asiáticos. Pero si sus ocupantes procedían de Siberia, en Asia debería
quedar algún tipo de vínculo.
Los restos de Clovis, imposibles de relacionar con
Asia, son a ojos de Stanford indistinguibles de los del período Solutrense que,
en su momento más brillante, produjo los grabados incisos y el centenar de
pinturas de bisontes, caballos, jabalíes y ciervos de Altamira. Lo que ayer defendió Stanford es que los cazadores de
Clovis derivan de Cactus Hill, donde se han hallado útiles y puntas que son
otro calco del Solutrense ibérico, y que esos colonos de Cactus Hill, los
primeros americanos, procedían de
"Sólo existe una cultura que era capaz de
fabricar esas piezas bien pulidas con una tecnología similar:
Al margen de las similitudes tecnológicas, Dennis
Stanford sostiene que los recientes
hallazgos de fósiles humanos en Alaska y en el estado de Washington
sugieren que los colonizadores del continente americano proceden de las poblaciones del suroeste de Europa que,
paralelamente, también emigraron hacia las áreas más septentrionales de Asia.
El
paleoantropólogo de
El científico del Instituto Smithsonian apunta que
las poblaciones ibéricas con tecnología solutrense podrían haber tenido los
mismos conocimientos de navegación que los actuales nativos del Círculo Polar.
De esta forma, apunta que fueron capaces de navegar hasta América, en
embarcaciones fabricadas con pieles de animales, aprovechando una meteorología
favorable y las fuertes corrientes. "Estos
antecesores de los españoles podrían haber cruzado el Atlántico en sólo tres
semanas".
No está lejano el día en que los países de
Occidente establecerán las primeras colonias humanas en los planetas más
próximos a
¿En qué cabeza humana cabe que puedan haber
sido pueblos africanos los que colonizaron
Si Salustio documenta que todos los
pobladores del norte de África eran originarios de
Mark Sonkerin, antropólogo de
Todos los antropólogos se empiezan a temer
que lo que yo bauticé como el castillo de
naipes africano tiene, efectivamente, sus días contados. Lo que quiere
decir que, descartadas África y Asia como matriz de nuestra especie, huérfanas
como se hallan ambas de evidencias incontestables de la presencia del homo sapiens que posean una mínima
antigüedad, todos los indicios apuntan hacia la vieja Europa, por algo conocida desde antiguo como el Viejo continente... Y es
en este contexto en el que deben situarse pronunciamientos como éste que
reproduzco a continuación, surgido de la pluma de George Constable:
Durante la época de apogeo de los
Neanderthales, los más antiguos hombres verdaderos vivían ya en algún lugar
desconocido de
La respuesta a esta pregunta la tiene
Constable en las páginas precedentes. Y la corroboración, en las páginas que
siguen.
Un enclave arqueológico único en el mundo Inicio
Al estudiar, con el lógico interés, los
hallazgos efectuados en
El triángulo es una de las más remotas
representaciones simbólicas de la feminidad. Porque lo que esta forma
geométrica reproduce no es ni más ni menos que esa peculiarísima antesala del órgano genital femenino,
poblada por el vello púbico y delimitada por las ingles. Palabra cuyo parentesco con la
palabra ángulo me parece ocioso
resaltar. El triángulo es y ha sido siempre, pues, sinónimo de mujer, tanto por la razón señalada como
por el hecho de que otro de los elementos más característicos del cuerpo
femenino, sus mamas, posea una forma
cónica cuya única plasmación plástica posible es, precisamente, la triangular. Un triángulo cubierto de
vello en la base del vientre y dos conos o triángulos
nacidos sobre el pecho, constituyen, pues, argumentos y fundamentos más que
sobrados para que en la mentalidad del hombre de
Hace muchos años que vengo defendiendo que
todas las pirámides erigidas por el
ser humano en los albores de
¿Es una simple casualidad la que ha hecho
que tres montes cónicos de los
cuatro que acabo de enumerar, respondan al nombre de Castillo? ¿Deben su nombre estas peñas al hecho de que hayan
existido castillos en ellas? Ni lo
uno ni lo otro. Y buena prueba de ello la propia imposibilidad de erigir un
castillo sobre una peña de vértice tan agudo como el Monte Castillo de Puente
Biesgo. No podemos introducir ahora esta materia, pero sí considero
necesario dejar clara constancia de que la denominación de esta trascendental
peña no tiene absolutamente nada que ver con los castillos, estando relacionada con las fábulas prehistóricas que
habían de determinar su carácter sagrado. Carácter sagrado del Monte Castillo y carácter sagrado de la
totalidad del macizo en el que se integra y cuyo nombre genérico, Dobra, es sinónimo de bueno
y de santo
en varias lenguas europeas... Lo que no es óbice para que el flanco occidental
de este castigado y santo macizo
cántabro esté viéndose literalmente devorado por una explotación minera a cielo
abierto. Mayor desprecio hacia las reliquias de nuestro pasado, no cabe.
En suma, que los barrenos y los cartuchos de
dinamita se están cebando en el monte en el que se encuentran algunas de las
minas más antiguas del planeta... En
el monte junto al que se conserva la colección de grabados prehistóricos más
antigua y perfecta que ha llegado hasta nosotros: la de Hornos de
A modo de apostilla, permítaseme subrayar la
absoluta fiabilidad de la datación atribuida al triángulo púbico descubierto en
Una piedra de
Roseta paleolítica Inicio
El hecho de que en determinadas épocas se
haya representado a Dios como un triángulo con un ojo en su centro y rodeado o
no por rayos solares (fig. 3), no hace sino corroborar la naturaleza femenina
que, desde que el mundo es mundo y hasta hace virtualmente cuatro días, le ha
atribuido el ser humano a la divinidad; tanto si se trata del Sol como de
Porque el triángulo es sinónimo de mujer y -lo que otrora venía a ser lo
mismo- de Diosa, el Arte de
Se halla, pues, fuera de toda duda que triángulo
y feminidad
fueron en otro tiempo términos equivalentes. Como es igualmente
incontrovertible que ese mismo triángulo que representaba a la parte más
sagrada del cuerpo femenino, ha sido también sinónimo de divinidad. ¿Cómo dudarlo
cuando vemos que, todavía hoy, innumerables imágenes de la madre de Dios están formadas por un manto de forma rigurosamente triangular, sobre el que asoma una
diminuta cabeza femenina? Bien es verdad que, en estos casos, el triángulo en
cuestión se nos muestra con el vértice hacia arriba y no invertido como aparece
en el cuerpo de la mujer, pero es éste un matiz absolutamente secundario, que
no modifica en absoluto su carácter. ¿Cómo habría de hacerlo cuando vemos que
la representación hebrea de la divinidad solar, de Yabé, es aquella mal
denominada Estrella de David que cualquiera de nosotros será capaz de
recrear, si se limita a dibujar dos triángulos
superpuestos en sentido inverso?
La imagen de
¿Es fruto de la casualidad que la consonante
V reproduzca fielmente la forma del triángulo púbico? ¿O que sean virgo, vulva y vagina tres de los términos con
que designamos al órgano genital femenino? ¿Es igualmente accidental el hecho
de que denominemos Venus
-siempre con V- a las recreaciones
de la supuesta primera pobladora de
Que el triángulo de piedra arenisca exhumado
en
Signos femeninos:
Hace
38.500 años los cazadores de El Castillo
recortaron este segmento de círculo en un canto de piedra arenisca, dándole forma triangular, para grabar
en él una serie de líneas profundas que
parecen representar el sexo femenino. Este tipo de representaciones se
encuentran en antiguos paneles de arte rupestre.
Si el lector observa con atención, como yo
lo hice, los trazos grabados en el interior de ese regularísimo triángulo que
representa el pubis femenino y, por extensión, el sexo de la mujer, podrá
apreciar sin dificultad que las líneas en cuestión no tienen nada que ver con
la muy característica hendidura que recorre en su integridad la vulva femenina,
flanqueada por dos labios enormemente peculiares y de trazos inconfundiblemente
ovales. Nada se distingue de todo esto en esa misteriosa inscripción que el
ejecutor de esta pieza tuvo todo el interés en destacar, resaltándola como la
parte más importante de su obra. El triángulo de piedra juega un papel
absolutamente secundario, como mero marco
que sirve para encuadrar lo que este remoto escritor = escultor quiso
resaltar: los trazos de marras. ¿Una representación
del sexo femenino, como sugieren sus descubridores? No, sin la menor duda.
Porque quien había sido capaz de modelar una tan perfecta forma triangular, no
es plausible que se mostrara tan exageradamente torpe a la hora de pergeñar lo
que resultaba más sencillo: trazar una línea central gruesa y otras dos,
laterales, algo arqueadas, que insinuasen el contorno de los labios de la vulva
de la mujer.
Queda, pues, absolutamente descartado que
las líneas grabadas en el interior del triángulo pretendan reproducir la vulva
femenina. Porque nada tienen que ver con una representación realista de ésta y
hemos de deducir que quien tan realista se había mostrado al labrar el
triángulo, habría hecho lo propio a la hora de plasmar la parte más importante
de su obra: el sexo femenino propiamente dicho.
Las líneas plasmadas en el triángulo no reproducen la forma de la vulva,
pero lo que sí resulta absolutamente obvio es que quien las grabó de manera tan
marcada y manifiestamente deliberada, estaba
pensando en ella. Porque, si así no fuera, no se habría tomado la molestia
de pergeñar un triángulo perfecto como soporte para su inscripción. Y debo
volver a insistir en que triángulo y
mujer fueron dos conceptos idénticos
en la mentalidad simbólica de nuestros antepasados racionales. A nadie se le
habría ocurrido, pues, grabar o pintar en un triángulo algo que no se hallase
estrechamente relacionado con la mujer o, como mínimo, con lo femenino.
Si los trazos impresos en el triángulo no reproducen la archicaracterística
figura del órgano genital femenino y, por puro sentido común, descartamos así
mismo que pueda tratarse de una inscripción arbitraria sin relación ninguna con
la medalla o amuleto triangular que le
sirve de marco, entonces estamos obligados a plantearnos seriamente la
posibilidad de que esas misteriosas
líneas puedan tener un carácter simbólico y que, por ende, puedan ser una
remotísima manifestación de escritura. ¿Escritura hace nada menos
que 38.500 años, cuando los primeros
indicios de escritura encontrados por tierras del Creciente Fértil asiático en el que desnortadamente se ha buscado la cuna de la civilización, apenas si consiguen
alcanzar los ocho mil años de ancianidad?
Los propios descubridores del que muy pronto
será celebérrimo triángulo de piedra, ya admiten sin ambages que tanto ésta
como algunas de las piezas halladas en ese mismo nivel e incluso en otros más
antiguos todavía, encierran un claro simbolismo. Lo que viene a ser una forma
de admitir que se trata de remotísimas formas de escritura. Puesto que, ¿qué otra cosa es la escritura que la
manifestación del pensamiento a través de símbolos convencionales? En este
sentido, ya el mero hecho de que el autor de este incuestionable amuleto de piedra le haya dado forma
triangular, ya constituye una expresión simbólica y, por consiguiente, una
evidencia de escritura. Porque ese
remotísimo escriba utiliza un
símbolo, el triángulo, cuyo
significado era perfectamente conocido por todos. Recurre, pues, a un símbolo
convencional, esquemático, para expresar una idea, lo que constituye la esencia
misma del concepto de escritura. Del
mismo modo que, en otras épocas, el mero hecho de dibujar una A ya se identificaba con el Alba de
Las letras alba o alfa y omega eran, pues, sinónimos de principio y de final y bastaba reproducirlas para que cualquiera fuera capaz no
sólo de identificarlas, sino también de comprender todo el auténtico universo
que se ocultaba detrás de ellas. Eso es escritura
químicamente pura y ése es exactamente el mismo recurso al que apeló el
autor de nuestro amuleto, al dar forma de triángulo a la pieza sobre la que
grabó su enigmática y trascendental inscripción. Porque su triángulo
significaba mujer o, para ser más
precisos aún, vulva. Y eso es lo que
quiso expresar y transmitir al molestarse en trabajar una piedra hasta
conseguir darle esa forma triangular tan perfecta. Porque con esa V de piedra ya estaba dejando
perfectamente claro que su pensamiento estaba puesto en el órgano sexual
femenino. Del mismo modo que si hubiese invertido esa misma piedra, situando su
vértice hacia arriba, habría seguido refiriéndose a la mujer pero no ya en el
plano de su sexualidad, sino en el de su papel como propiciadora de la vida. Y
es que la letra A, con la que
nuestros antepasados evocaban el comienzo de la vida -y de ahí su presencia en
el crismón de los cristianos- no deja
de ser otra cosa que un simple triángulo.
Lo que viene a confirmar la estrechísima relación que existe entre la no por
casualidad primera letra del alfabeto...,
y la mujer. Porque A equivale a principio de la vida, y mujer es sinónimo de creadora de vida. Lo que explica el
porqué de que conozcamos con el nombre convencional de Afrodita a la supuesta primera mujer de
El autor del prodigioso amuleto = medalla de piedra arenisca exhumado en Puente Biesgo, no sólo demuestra poseer
una mente simbólica, sino que va muchísimo más lejos al recurrir a la
utilización de un símbolo archiconocido por todos sus coetáneos y antepasados y
cuya simple posición, alzada o invertida, establecía ya dos importantes
matizaciones en su significado. Si el triángulo miraba hacia abajo, el sexo
femenino. Si miraba hacia arriba,
el nacimiento de la vida. En ambos
casos, como vemos,
Pero a ese escriba = grabador de
En efecto y cual si de una auténtica piedra de Roseta paleolítica se tratara,
el amuleto en el que aparece escrita
la más antigua palabra que nos es conocida hasta la fecha, no se contenta con
reproducir el aparato genital femenino, sino que va muchísimo más lejos al ser la palabra que aparece grabada
sobre él la raíz del término con el que lenguas de todos los continentes han
denominado al sexo de la mujer a lo
largo de milenios. No se trata sólo, pues, de que el autor de este
objeto recurriera a un símbolo convencional como es el triángulo para evocar a
la mujer. No, el asunto es mucho más hermoso y grandioso que todo eso, porque
este minucioso artífice dejó escrita
sobre esa piedra triangular tan magistralmente modelada, la palabra con la que
nuestros ancestros, por espacio de decenas
de miles de años, designaron al órgano
sexual femenino y, por extensión, a la propia mujer... y a la divinidad
femenina a la que adoraban como autora supuesta de la vida. ¿O es que acaso
el milagro de la vida no había tenido como principalísima protagonista a la vagina y a la vulva de la mujer? ¿No es un hecho incontestable que la generación
de la vida se produce en el aparato genital femenino? ¿No es y ha sido siempre
ésa la parte más sagrada, reverenciada, anhelada... y, consiguientemente,
protegida del cuerpo femenino? ¿No es absolutamente lógico, por primario que
hoy pueda parecernos, que la valoración de la mujer por parte de los hombres se
haya centrado inicialmente en su órgano sexual, extendiéndose más tarde a todos
sus restantes valores y atributos? Quien desconozca estos principios no podrá
comprender jamás los mecanismos intelectuales de nuestros más remotos
antepasados racionales y, desconociéndolos, no llegará nunca a entender la
forma como se ha producido la evolución intelectual del ser humano. Porque el culto a la mujer ha sido la auténtica
fuerza motriz del desarrollo intelectual masculino, del mismo modo que, en otro
orden de cosas, el afán por representar la belleza femenina ha hecho posible el
progreso constante e imparable de las artes plásticas, obsesionadas por
reproducir de manera cada vez más precisa, los que para los hombres de todas
las épocas han sido los mayores prodigios de
El "Alfa"
y el "Omega" Inicio
Si los fósiles,
el ADN, las palabras, los mitos, las
más viejas fuentes históricas e
incluso el arte están proclamando a
gritos que el ser humano y la civilización nacieron en el Norte de España y en el Sur
de Francia, parece lógico y justo que puesto que los países occidentales se
resisten a reconocer y a consagrar todos estos hechos, seamos los propios
interesados quienes procuremos, cuando menos, su difusión y desarrollo. Y todo
ello en aras, simplemente, del rigor científico y del afán por descifrar la
verdad de nuestro pasado. Una verdad que permanece enterrada hoy bajo toneladas
de errores de interpretación, de lecturas sesgadas, de fraudes descarados y de
falsificaciones y mentiras asentadas sobre el más sólido de todos los
cimientos: el de los intereses económicos.
A lo largo de la historia de
La reconstrucción de la primera historia del
hombre se ha convertido así, al tener que poner en entredicho tantas y tantas
falsedades como ha consagrado
Sin embargo y si los millares de huesos de
homínidos africanos les dejasen ver a los antropólogos el bosque de nuestro
pasado, hace ya tiempo que habrían caído en la cuenta de que la tesis de la
supuesta africanidad del homo sapiens
falla por su propia base, huérfana de todo refrendo histórico, de lógica y, por
supuesto, de la más elemental evidencia.
Del hombre de Neanderthal, el menos
irracional de todos los homínidos, no existe ni rastro en África. Y del de
nuestro antepasado directo el hombre de Cromagnon,
una huella levísima que ni remotamente puede compararse ni en antigüedad ni en
intensidad con la que se ha descubierto en Europa. Lo que no va a ser óbice
para que ciertos especialistas estén tratando de acreditar unos supuestos
restos africanos del homo sapiens,
con más de cien mil años de antigüedad. Restos que pertenecieron a unos
individuos que se hallaban mucho más próximos a los homínidos más evolucionados
que a los genuinos sapiens. Y ello
reza exactamente igual para todos los individuos descubiertos en Palestina y en
los que algunos, con intenciones muy fáciles de adivinar, quieren ver a
nuestros primeros ancestros plenamente racionales. Como si no estuviera ya
perfectamente claro que cualquier hallazgo de nuestros verdaderos antepasados,
tiene que verse necesariamente homologado
por esas creaciones artísticas que son las que, por encima de todo, constituyen
la marca de fábrica de nuestra
especie.
Si como reza el dicho popular, el movimiento se demuestra andando, la
verdadera racionalidad en cualquier ser vivo sólo se demuestra creando.
Racionalidad
es sinónimo de creatividad y por mucho que traten de confundirnos quienes se
empecinan en presentar como hombres
modernos a homínidos más o menos evolucionados descubiertos en África y en
Palestina, lo cierto es que los yacimientos con manifestaciones artísticas
dignas de tal nombre, brillan
esplendorosamente por su ausencia por dichos pagos. Nada en África y nada en
Palestina ni en todo el Oriente Cercano, hasta que la cultura neolítica
eclosiona en éste con fuerza inusitada y de forma totalmente inopinada...,
evidenciando que se trataba de una cultura novísima, modernísima, importada de otra región de
En efecto, lo sucedido en América tras la
arribada de las caravelas españolas
hace sólo 500 años, es un calco fidelísimo de lo que unos cuantos milenios más
atrás aconteciera en todos y cada uno de los países a los que acabo de
referirme: Mesopotamia, Babilonia,
Egipto, Grecia, Creta, Roma, Palestina... Países que pasaron, de golpe, del
Paleolítico Inferior... ¡al Neolítico y/o a
¿En qué cabeza humana cabe -vuelvo a
preguntar- que pueda haber nacido la escritura
en el ámbito de la antigua Mesopotamia cuando el Paleolítico Superior brilla
clamorosamente por su ausencia en esa región? ¿Aprendieron los seres humanos a
escribir por inspiración divina? Porque de no haber sido por esta vía, ya me
dirán ustedes cómo es posible que los cuatro brutos que poblaban el manido Creciente Fértil de hace diez o doce mil
años hacia atrás, pudieran haber sido capaces de violar todas las leyes de la
evolución, pasando directamente de labrar burdas herramientas de piedra a
realizar escritos primorosos sobre papiros, madera o arcilla.
¿Cómo es posible que este tipo de
razonamientos, inspirados en el más elemental sentido común, no se hayan hecho
jamás en la modernísima historia de
La obsesión por descifrar nuestro primer
origen acompaña a la especie humana desde los albores mismos de su
racionalidad. Por eso la obsesión por reproducir el órgano genital femenino y
por eso, también, esa fijación por la representación de formas triangulares
que, como hemos visto y a tenor de su posición, eran identificadas con la
divinidad y con el inicio de la vida (vértice hacia arriba) y con el sexo de la
mujer y su función generatriz (vértice hacia abajo).
En uno de los grabados antiguos que ilustran
estas páginas (fig. 3), vemos cómo el Sol
= Dios aparece representado como un triángulo,
al pie del cual puede leerse la leyenda "A
ME VITA". Aquí aparece
obvia, pues, la identificación de Dios
con el triángulo y de ambos con la generación de la vida. Dios y Sol son, pues, conceptos idénticos y si a ambos se les representa
con forma de triángulo, cae por su
propio peso que sólo puede ser por
mor de la relación establecida entre el triángulo
púbico y el alumbramiento de la
vida. Porque la forma esférica
del Sol descarta cualquier parentesco
del Astro Rey con el triángulo y sólo
la silueta triangular, cónica, de las montañas, establece alguna posible
relación entre el concepto de divinidad
y esa forma geométrica que denominamos triángulo.
Pero incluso en este caso, hemos visto que la propia veneración rendida por los
seres humanos a las montañas venía dictada por su semejanza de forma con los senos de la mujer...
Es evidente, pues, que la forma triangular como representación
convencional de la divinidad, tiene su raíz en la mujer. Y que, aunque la mayoría de las deidades más modernas sean
masculinas, todos sus precedentes prehistóricos, sin excepción, son femeninos.
Dios y Mujer son términos equivalentes y de ahí que las representaciones
medievales del Pantocrátor aparezcan
encerradas en unos cercos de contornos inconfundiblemente ovales que nada tienen que ver con las mandorlas o almendras con
que hoy se les relaciona y todo, por el contrario, con la forma
archicaracterística de la vulva femenina.
Y uno de los innumerables ejemplos que podríamos aducir en este sentido es el
soberbio Pantocrátor de Sant Climent de Tahull, en el Pirineo
catalán, cuya identificación con el Sol
es tan aplastante que, para que no quepa la menor duda, una de las manos de
Dios sostiene un libro en el que puede leerse, en latín, Yo soy
Como podemos constatar en la ilustración de
uno de los Beatos que acompaña a
estas líneas (fig. 7), la figura del Creador
se nos muestra portando la letra Omega
en una de sus manos. Pero, más fiel a la verdadera lectura de estos símbolos y
destacando el protagonismo de la letra A,
vemos cómo al Alfa se le otorga un papel preeminente en ese dibujo, al
aparecer con la imagen de la divinidad recogida en su seno. Más claro no se
puede decir que la consonante A es
sinónimo de Alba o Inicio.
Obviamente, de inicio de la vida. Y quien dice de principio, dice también de apertura...
Porque el hecho de que el cuerpo femenino se abra para acoger al falo masculino o para alumbrar a un nuevo ser, produjo la virtual equiparación de ambos
conceptos: alba (comienzo) y abrir.
No tiene, pues, nada de casual el hecho de
que nos encontremos con una soberbia A
mayúscula en un amuleto de hace cuarenta mil años que representa al aparato
genital femenino. A la puerta de
acceso al cuerpo de la mujer. De donde resulta que, por mor de esa vinculación
de
acceso - abrir
- apertura - agujero - ano - anillo - aro - areja
( > oreja)
-
antro (gruta) - antrar
( > entrar) - ástrago (umbral,
acceso) - hastial - aspillera - aspeleos
( > speleos = gruta) -
amígdalas - anginas - ambligo
( > ombligo) - axila - aduana - ata
(puerta)
La vida se forja en
La figura del crismón, no descifrada jamás hasta nuestros días, no es sino
una lectura más de todo este asunto. Por eso es preceptiva en él la presencia
del Alfa
y del Omega. Y por eso, también, la letra X que básicamente lo configura, resulta ser la consecuencia de la
unión de dos triángulos por sus
vértices. De donde resulta que el crismón funda todo su simbolismo en
la misma forma geométrica que diera origen a
Hago notar, por cierto, que en el mismo
grabado en que vemos al Sol
representado con forma de triángulo,
aparece reproducida también
Aunque no he conseguido saber en qué monte
de Galicia se encuentra, supongo que
por mantenerlo su descubridor en el más absoluto secreto, aporto también como
ilustración de estas líneas una pieza arqueológica de un valor inconmensurable
y que clama verdaderamente al cielo se encuentre expuesta a la interperie y a
la acción de cualquier vándalo que decida cebarse en ella, en lugar de hallarse
celosamente custodiada en un museo. Se trata de una enorme piedra -cuyo tamaño
podemos deducir por el helecho que tiene a sus pies-, que tiene, una vez más,
una clara y rotunda forma triangular. Reaparece,
pues, el triángulo en nuestro
relato, presidido en este caso por una barbada y primitivísima cabeza que algo
sugiere respecto a la antigüedad de este impresionante y hoy ignorado tesoro
(fig. 11). ¿A quién corresponde esa cabeza, que aparece rematada con una corona vegetal? Desde luego, huelga
decirlo, no se trata de una representación de Cristo. ¿Por qué, entonces, la corona? Porque aunque lo hayamos
olvidado y no mostremos demasiado interés por recordarlo en libros como el Poema de las Habidas de Jerónimo
Arbolanche, publicado en 1566, esa
corona vegetal que fuera confudida más tarde con una corona de espinas, era el símbolo o distintivo del supuesto primer
poblador de
Si todo lo indicado descarta de raíz
cualquier sospecha respecto a la autenticidad de la impresionante piedra triangular gallega a la que me vengo
refiriendo, el hecho de que aparezca labrada en altorrelieve en ella un extraño
anagrama formado por las letras A, O
y V, constituye la prueba
concluyente de que nos encontramos ante la figura del Pantocrátor más antigua
que se conoce en el mundo y cuya edad, lamentablemente, no podemos medir, pero
sí deducir elevadísima. A mi juicio y sin ningún género de dudas, muy superior
a 3000 años, siendo perfectamente
posible que pudiera alcanzar e incluso superar esa cifra. Máxime cuando vemos
que esas tres letras que aparecen labradas debajo de la cara del Creador, resultan ser las mismas que
vienen protagonizando nuestro relato desde su inicio mismo: A, O, V. Léase, dos triángulos y un círculo.
Léase, dos maneras distintas de representar al Sol. El triángulo (
¿Será necesario insistir en que esas A - O que vemos esculpidas en el pecho del dios solar, son exactamente
las mismas que las Alfa y Omega que preceptivamente acompañan a
las figuras del Pantocrátor en todas sus representaciones medievales? ¿Será
necesario insistir en que esas A - O
simbolizan el Inicio y el Final de
No me pronuncio respecto a
Una "A" con
38.500 años Inicio
Si observamos con atención el segmento de
piedra arenisca descubierto en
Es cierto que el autor del triángulo púbico de El Castillo no ha grabado un círculo
en su obra, pero no es menos cierto que le ha dado forma circular por su parte superior y que hasta la persona más abstrusa
sabe que ese triángulo que él ha reproducido, al aparecer rematado en forma
circular, demuestra ser una porción de
un círculo. No está el círculo completo, es cierto, pero éste está
sobrentendido y, por decirlo llanamente, cae por su propio peso. Cualquiera
entiende, pues, que ese triángulo hallado en Puente Biesgo es una parte de un círculo, similar por cierto a
aquellas con las que hoy suele representarse los porcentajes de votos obtenidos
por cada formación política en las convocatorias electorales. Y cualquiera
comprende, así mismo, que el hecho de que se haya otorgado tal protagonismo a
la letra A, grabada en el centro
mismo del triángulo, sólo puede deberse al deseo de conferirle a la primera de
las letras del alfabeto, el mayor
relieve posible. La misma intención que, como hemos visto, alentase en el
escultor que nos legó esa prodigiosa imagen del Creador del Mundo perdida en un monte de Galicia y en la que
Más asombroso, sin embargo, que cuanto
antecede, es el hecho de que sin alejarnos del propio ámbito cantábrico en el
que nos encontramos y en otra cueva tan señalada como la de El
Pindal, en la linde entre Asturias y Cantabria, aparezca reproducido un
soberbio bisonte en cuyo centro figura pintada una A ((fig. 12). Una A cuyo
trazo central aparece incompleto, bien es cierto, pero que no por ello deja de
ser lo que es. Porque ya en el alfabeto
ibérico descubrimos una A
idéntica a la que preside la figura del bisonte de El Pindal, habiendo sido identificada con el sonido GA = KA por Grotefend y Zóbel en los años
1844 y 1878 respectivamente. De donde se deduce que al bisonte en cuestión, su
autor le denomina GA o KA en la época en que pergeñó su
obra hace la friolera de
Con todo lo cual estoy desvelando, por vez
primera, uno de mis grandes secretos. Los bisontes que aparecen grabados o
pintados en la cuevas cantábricas no son potenciales
piezas de caza que el hombre del Paleolítico dibujaba para poder realizar su montería
de manera más propicia. En absoluto. Éste es uno de los infinitos disparates
que se han acuñado en el afán por tratar de dotar de un significado a la bóveda
polícroma de Altamira, sin tener ni
la más remota idea respecto a la manera de pensar y de sentir de aquellos que
ejecutaron esa portentosa obra. Los
bisontes son representaciones del Sol y
constituyen el precedente de los toros a los que posteriormente se rendiría el
mismo culto del que habían disfrutado sus antecesores del Paleolítico. Bisonte, pues, es sinónimo de Sol
y de ahí el que el sitio elegido para realizar su obra cumbre por el genio que
pintó los bisontes de Altamira,
fuera precisamente la bóveda de la
cueva (fig. 13).
Tengo que recordar que los antiguos Egipcios estaban persuadidos de que sus
almas, tras producirse el tránsito de la muerte, volaban o nadaban hacia el País del Ocaso metamorfoseadas en ocas. Y que ese viaje de retorno que realizaban al solar occidental de sus antepasados, lo emprendían con el fin de morar en
compañía de su dios supremo Kan = Gan =
Jan = Jem, denominado por ello El
Señor de Occidente. Y estamos
hablando, obviamente, de aquel al que la toponimia de Cantabria recuerda todavía en enclaves como Gama, Cuenca Jen
o todos los Picos Jano a los que, prodigiosamente, caracteriza el hecho de tener
un diseño cónico = triangular
absolutamente perfecto. No cabe duda, pues, de que seguimos hablando del triángulo. No cabe duda, pues, de que
seguimos hablando de la divinidad. Porque
Una A
idéntica a la que preside la figura del bisonte de
Como acabo de escribir y es perfectamente
conocido, toros y vacas fueron los sucesores de los bisontes una vez que estos animales se
vieron exterminados en su viejísimo feudo cantábrico. A partir de ese momento,
quienes antes habían adorado a este animal, siguieron rindiendo ese mismo culto
a sus herederos bovinos. ¿Heredaron
éstos algo más, amén de esa decantada veneración que se halla en el origen de
¿Es casualidad que el nombre prehistórico de
los bisontes en el Norte de España, ga /
ka = go/ ko, resulte ser el prefijo de las palabras koso y korrida? ¿Es casualidad que sea go el nombre sánskrito de la vaca? ¿Es casualidad que las lenguas
danesa y sueca utilicen la misma palabra -ko- para designar a las vacas, que aquélla que en
¿Cómo
iban a nacer las lenguas indoeuropeas
en
Pero si fascinante es cuanto ha sucedido con
el nombre de los bisontes, heredado
por vacas y toros, no lo es menos el hecho de que todos ellos fueran herederos,
a su vez, de las aves acuáticas a
las que, como he desvelado anteriormente, se identificó con
La primera sílaba del lenguaje Inicio
Aunque un segmento del trazo izquierdo de
En otro orden de cosas, el hecho de que la
línea horizontal que divide
Sin duda no existían todas las letras que
hoy conocemos cuando
En el único esquema filológico que acompaña
a estas páginas (fig. 16), fruto de mis investigaciones para reconstruir la
forma como se produjo el nacimiento del lenguaje, destaco los fonemos A y B como primogénitos del lenguaje humano. Y, junto a ellos y
habiendo seguido una evolución distinta a la de vocales y consonantes, señalo a
la conjunción de las vocales I + A
como la raíz de varias consonantes que de ellas se han originado. En seguida
conoceremos la trascendencia de este hecho, aunque antes de seguir adelante,
considero obligado decir que el esquema en cuestión -que he mantenido en
secreto por espacio de veinte años- constituye
el cimiento mismo de la ciencia filológica. Sin ese esquema, sin conocer la
forma como han evolucionado los sonidos o fonemas y, por ende, las letras que
los representan, no hay Filología
posible. Hay, sí, especulaciones, cabildeos y elucubraciones acerca del
lenguaje, pero no hay Ciencia
merecedora de tal nombre. Porque, ¿cómo podemos construir una ciencia, sin
dotarla previamente de un método y de un sistematismo sólidos? Nunca me ha
entrado ni me entrará en la cabeza cómo los lingüistas han podido consagrar sus
vidas al estudio del lenguaje, sin haberse planteado la necesidad de construir
un esquema como el que, por vez primera, aparece reproducido junto a estas
líneas. Esquema que, insisto, es el primero de su género. Jamás se ha elaborado
otro análogo o remotamente semejante. Nada.
Y quiero dejar constancia de que el esquema que aquí presento es el primero
elaborado por mí, pero no el definitivo. En el definitivo, que publicaré en su
día, he incorporado algunas variantes, no sustantivas, pero sí significativas.
No es éste el momento de comentar en
profundidad el alcance del Esquema de las
consonantes, pero resultaba obligado hacer alusión a él, porque la palabra que aparece grabada en el
amuleto de El Castillo resulta ser la
misma que hace más de diez años, cuando se dibujó mi esquema por vez primera,
aparece ya como raíz de las consonantes ll,
y, j, l, n, r... De donde resulta que si hacia el año 1991 yo proponía al fonema IA como crucial en la génesis del
lenguaje humano, en el año 2004 he venido
a descubrir la primera palabra conocida y documentada hasta el presente, siendo
esa palabra exactamente la misma: IA.
Y no cabe truco ni artimaña posible, porque en 1991 no se
había descubierto -ni, por ende, publicado- el amuleto triangular de El Castillo, siendo mi hallazgo filológico
anterior en casi tres lustros al hallazgo arqueológico que me ha permitido
revalidar una de las premisas fundamentales de mi esquema.
De mis investigaciones sobre el nacimiento
del habla se desprende que el primer sonido articulado por el ser humano fue ba.
Y que la primera palabra compleja, bisilábica, fue balla = baya. Por
agregación de ba + ia. Pues bien, la palabra que vemos reproducida en el
triángulo de El Castillo es IA,
pronunciada de este modo o con cualquiera de sus equivalentes: YA...,
LLA..., JA... o GA. Porque debemos partir del
principio axiomático de que la proliferación de sonidos y, por consiguiente, de
letras, del lenguaje que hoy conocemos, es extraordinariamente moderna. Si
retrocediéramos en el tiempo, iríamos viendo cómo fonemas y letras se reducen,
hasta quedar reducidas a la mínima expresión ya señalada: ba / ya / baya... Es,
pues, absolutamente indiferente que pronunciemos ya / ia / lla / ja. Es
indiferente, porque los matices de articulación que existen entre unos y otros
sonidos son mínimos, casi imperceptibles. Y, además, relativamente modernos.
Quiero decir con ello, que las palabras que hoy empiezan con esas raíces -ya- /
lla- / ja-- son derivaciones de otras voces más antiguas en las que no
existía esta multiplicidad. De donde resulta que todas esas palabras, nacidas
de la misma, comparten significados
análogos como denominaciones que son de la vulva y vagina de la
mujer. Y..., ¡cómo olvidar, a este respecto, las prodigiosas representaciones
de éstas que encontramos en algunas cuevas cantábricas! Recuerdo ahora la
bóveda de Chufín, con una impresionante vagina labrada y pintada
en la roca con escalofriante fidelidad (fig. 20).
Siendo el órgano genital femenino -por
diversos motivos- la mayor de las obsesiones del ser humano (y me refiero no
solamente a los hombres sino también a las mujeres), cae por su propio peso que
las primeras palabras del lenguaje hubieron de estar relacionadas con él. Así
lo dicta el sentido común y así lo establecen las conclusiones de mis estudios
sobre el origen del habla. Porque, justamente porque fue ba la primera palabra
articulada por el ser humano, seguimos utilizando las siguientes palabras para
referirnos al sexo de la mujer:
Ba =
Va > válbula
- vulva - vagina
- barba (vello de la vulva) - baba (flujo de la balba o vulba)
Pero no es BA sino YA
en mi opinión, la palabra monosilábica que aparece grabada en el triángulo de El Castillo. Podría ser BA,
porque una de las versiones de la b en la antigua escritura ibérica
fue un palote similar al que vemos
grabado delante de
Yacer es el genuino término castellano para referirse al
hecho de hacer el amor, copular, tener
conyugio, fornicar, joder... Obsérvese, un nuevo
derivado de ja-. El propio término hacer que aún sigue vigente en la
locución hacer el amor, es un
derivado de yacer. Porque la consonante h suple siempre a una
consonante perdida. Y es que la acción por antonomasia es la
fornicación, concepto este al que todavía seguimos designando como el acto
sexual...
¡Ay el antiquísimo nombre del ojal
femenino...!
Algo tiene que ver cuanto acabo de desvelar con
el nombre del mítico Patrón de España, pero no es éste el
momento de entrar en ese asunto. Como tampoco podemos extendernos ahora en
recorrer todos los términos baskos surgidos de la radical ya- = ja- y cuyo
significado tiene un carácter sagrado. Empezando por Jainkoa ( = Dios). O jayera (devoción). O jaurestu (adorar). Adorar... ¿a quién? A la divinidad, por supuesto, pero antes que a ella y por encima de ella,
al órgano genital femenino. Aquel al que recuerdan las palabras baskas: jaio (nacer), jario (flujo), jarian
(manar), jator (fértil), jatorri (genealogía, origen, linaje...).
¿Comprendemos ahora cuál es el verdadero origen de la palabra castellana joya,
configurada a partir de la misma repetición del nombre de la vagina femenina: ya +
ya > yaya = joya?
Me honra haber sido el primer filólogo en
descubrir que las dos lenguas del planeta que comparten con el euskera el título de lenguas más puras
entre cuantas existen, son, por este orden, la ketxwa y la kaló.
Una lengua americana y otra de origen hasta ahora incierto pero que, como he
probado ya hasta la saciedad, es de cuño inconfundiblemente cantábrico. Bien,
pues esto es lo que la lengua hablada por los Jitanos españoles nos dice respecto al asunto que nos ocupa:
janrelle, órgano genital
jañí, nacimiento de agua, caño
jañike, caño de cualquier líquido
jaria, pierna (jeria)
jan, fuente = juan
jaramar, chupar
jarana, recreo, diversión
jalar, amar, querer, hacer el amor
(jelar)
jallipí, deseo, apetito carnal
jalenar, enamorar
jalí, amor, atracción, deseo (jelí)
jabe, agujero
jabillar, penetrar
jibilen, pozo
yeskue, ano
jastarí, receptáculo
yake, lumbre, fuego
yagule, fuego
yakuno, verano
jacha, calor = llama
jar, calor
Cuando estamos probando que ja =
ya ha sido una de las más remotas denominaciones del órgano genital femenino,
la abrumadora relación de términos kalós
que acabo de reproducir, hace innecesario cualquier comentario adicional...
He dicho que en todas las lenguas de
Para empezar y como la bulba o yaka es la puerta del cuerpo de la mujer, la lengua kechwa
denomina yaikuna a las puertas
y utiliza el verbo yaikuy como equivalente de nuestro penetrar. Por otra parte y al igual que ha sucedido en el euskera,
el habla andina identifica al agua
con los fluidos que manan de la bulba: yaku es el nombre del agua y, en general, de jugos y fluidos. Por otra parte, yarjai es el paralelo del castellano
hambre, relacionados ambos con el apetito sexual. Creo que nadie ha caído
en la cuenta de que la homonimia de los términos hambre - hembra - hombre
está proclamando a gritos que el hambre
por antonomasia no es la del estómago..., sino la que produce la apetencia
sexual desmedida. Y la prueba colosal de ello nos la proporciona la palabra
siguiente, porque cuando ya había quedado escrito cuanto antecede, el
diccionario de kechwa ha dejado petrificado al autor de estas líneas, al poner
ante él la palabra yajuy = yojuy: unirse
sexualmente la mujer y el hombre. Relea el lector los últimos párrafos... y
juzgue por sí mismo. Relea y verá que acabo de deducir que ha sido yaja
uno de los más viejos términos para designar a la bulba de la mujer y, por
extensión, al conyugio entre hombre y mujer... Consecuentemente, los antiguos
Inkas denominaron yayas a las madres o dueñas, habiéndose aplicado este mismo
término, ya modernamente, a padres y amos... Pero nuestro asombro no ha hecho
más que empezar a manifestarse, porque siempre a partir de la misma radical ya
que designara al sexo de la mujer, vemos cómo los antiguos Inkas denominaron yuma = juma
al semen masculino y, por extensión, yumay a los verbos engendrar, fornicar y eyacular...
Por otra parte y como la menstruación convierte al sexo femenino en manantial de sangre, la propia lengua ketxwa
denomina yawar y yukyu (ya al cuadrado) a la sangre... Y yuriy al verbo nacer y,
consecuentemente, yuyai la vida...¡Nada menos! Aunque lo más
asombroso y que debería darnos muchísimo que pensar, es el hecho de que yuyai
signifique también pensamiento, juicio,
razón... O yachai, el saber...
Como vemos, el conocimiento y la racionalidad estrechamente vinculados a
la bulba y a la bagina femenina... ¡Monumental!
Si nos remitimos a la raíz ja-,
paralela de ya-, todo lo que descubrimos no tiene, tampoco, desperdicio.
Para empezar y por razones obvias, jacha (sucio)... O jajoy (sobar, magrear), por razones no menos evidentes (recuérdese: yajuy
= copular)... O jalay
(desnudarse) y, a continuación, jalaiway
(echarse al suelo)... O jalla (angosto, estrecho)... O jallai (el principio, lo primero)... O japu (blando, suave, mullido)... O jasiak (mujer embarazada)... O jasju (labio partido)... O jaspa (vello rizado o crespo)... O jaukay (holgar)... O joya (reina, diosa)... O jutju (agujero)... O jucha (pecado). Sin comentarios.
O, en fin, y para desbordar nuestro asombro,
jallu
(lengua, idioma). De donde resulta
que no es sólo la razón la que se
vincula al sexo de la mujer, sino también el propio lenguaje. Algo que por otra
parte corrobora la lengua kaló, al denominar lao a la palabra. Y huelga decir que la sílaba la
es una deformación de ya = lla...
Siempre en la lengua ketxwa y al hilo de cuanto ha quedado escrito en estas páginas
respecto al papel atribuido a las ánades
en el nacimiento de la vida, yuku es el nombre kechwa del cisne...
Después de conocer cuanto antece, ¿nos cabe
ya la más leve sombra de duda respecto al origen cantábrico de los pueblos que, como ahora empieza a confirmarse
arqueológicamente, colonizaron América
hace más de 20.000 años? ¿Nos cabe
alguna duda de que las gentes que moraban en Kantabria hace 40.000 años
y una de las cuales labró y grabó el amuleto de El Castillo, eran los abuelos de los primeros colonizadores de
América? ¿Nos cabe la más mínima
duda respecto al origen común de todas
las lenguas y de todos los seres humanos?
Inmejorable ocasión esta para recordar a mi
más directo predecesor. Esto es lo que Julio
Cejador escribe en Ibérica: El estudio comparado fue siempre
madre de los hallazgos. La comparación es madre de los inventos científicos y
en particular de la lingüística y del desciframiento de inscripciones.
El dios Jano Inicio
Pocas veces se habrá descrito de manera más
clara y sencilla que como lo hace Cejador, en dónde radica la clave de todos
los grandes descubrimientos intelectuales efectuados por
¿Quién es ese Iao al que como a Cristo o a Buda se identifica con una mano? Pues el mismo al que los Latinos
adoraron como Iovi o Iupiter o los Hebreos como Iabe o
Yeobá...
Variantes, en suma, en torno al nombre de Iabo, Yano, Yao o Jano...
Sea cual sea la antigüedad de la estela de Astorga, vemos con verdadera
estupefacción cómo aparece reproducido un
triángulo en ella y cómo, además, esa suerte de templete o capillita
aparece consagrado a IAO. ¡Nada más y nada menos! A la
misma divinidad, denominada en este caso IA, a la que ya se dedica -¡hace 40.000 años!- el amuleto triangular
de El Castillo. Coincide, pues, el triángulo, lo que podría atribuirse a
la casualidad. Pero lo que ya no puede achacarse a la casualidad, porque sería de necios, es el hecho de que, además, vayamos a encontrarnos con el
nombre de una divinidad denominada IAO. Léase, Yano o Yabo.
Y puesto que hablamos de templos y
del dios Jano, ningún momento mejor que éste para sacar a colación a
Juan Antonio de Estrada, cuando en su Población
General de España testimonia lo que sigue:
Guillermo
de Choul, en el libro de Religión Romana, capítulo XII, afirma que el primer templo que se edificó en el
mundo fue el de Jano.
Un dios que los antiguos Romanos admitían
como originario de España:
Hubo
otro Jano llegado de España, que
fundó en Italia una ciudad llamada Janículo (Antoine du Verdier, en 1589). Noé Jano
tuvo templos en España, con sacerdotes y ministros que reverenciaban su memoria
(Florián de Ocampo, también en el siglo XVI).
¿De qué parte de España procedía el dios Jano?
Obviamente, de aquella en la que su memoria perdura por doquier, como
denominación de determinados montes especialmente emblemáticos y
estratégicamente situados: Kantabria. Leamos a un autor
portugués del siglo XVII, Pedro de Texeira...
Está
situada la villa de Santander en una
punta de su espaciosa ría (...) A la misma parte del setentrión, , ya en el fin de la ría y en la punta que en el mar hace
volviendo la costa al poniente, en esta alta punta está el famoso castillo de Jano. (...) Hízose esta fortificación para la
defensa de la entrada deste puerto de Santander, que en esta parte viene a ser
estrecha por una isla que queda enfrente del castillo y ansí obliga a que los
navíos vengan a tomar el puerto por bajo del castillo, por no ser la otra
entrada del levante de fondo conveniente para bajeles grandes; y también para
la defensa de una ensenada y playa que queda al poniente deste castillo, de muy
buen sorgidero, donde pueden desembarcar con mucha seguridad; llámasela Sardiñera...
Ya sabemos quién fue Iao = Iano. Ya hemos
documentado su relevante presencia en España
y, sobremanera, en Kantabria. Hablemos ahora de esa mano de la estela de Astorga
en la que aparece grabado el nombre de Iao. Porque no son sólo este nombre
y la figura del triángulo las que
vinculan a la estela de Astorga con
el amuleto de Puente Biesgo. En
absoluto. ¿O es que vamos a olvidarnos
de que en las cuevas del Monte Castillo
se reúne el que tal vez sea el más monumental de los paneles de pintura
rupestre en los que aparecen plasmadas manos humanas idénticas a la del relieve
de Astorga?
Como veremos más adelante, las manos
extendidas significaban libertad. Por eso los primeros
pobladores de Iberia, los Eskitas, llenaron de manos todas sus
cuevas. Porque ése era su timbre o su
sello. Y de ahí que denominasen esku
a las manos y a la libertad. De ahí escribir. De ahí que Iberia
y liberal
difieran en una sola letra.
La mano
extendida fue el emblema
predilecto de los antiguos pobladores del Norte
de España, prodigado en todas y cada una de las cuevas en las que plasmaron
sus prodigiosas pinturas. Aunque, ¿por qué las manos? ¿Por qué los primeros
seres humanos eligieron precisamente las manos como emblema de su independencia?
¿Por qué para los primitivos Kántabros
la palma de la mano extendida llegó a simbolizar la libertad e independencia
de la que siempre se supieron privilegiados poseedores y que, hasta su parcial
sometimiento a las legiones de Roma, valoraron como el más precioso de todos
sus patrimonios?
La respuesta a esta pregunta ha de estar
necesariamente relacionada, por ejemplo, con el hecho de que unos simios como
los babuinos extiendan una de sus manos para manifestar su rendición y sumisión
a sus rivales... O con la evidencia que nos ofrece el que entre los mamíferos
sean varias las especies que levantan una pata para exteriorizar su
sometimiento respecto a otro animal de su propia especie... O con el hecho de
que los pueblos occidentales utilicen el apretón de manos como saludo y muestra
de cordialidad, amén de aplaudir con ambas manos para expresar su satisfacción
o demostrar su aprobación respecto a algo... O con el hecho de que los pueblos Bosquimanes pongan la palma de la mano
sobre el pecho del desconocido o recién llegado, como manifestación de amistad
y de concordia... O con la reveladora presencia de manos pintadas en los umbrales de las casas de los antiguos Bereberes,
descendientes de la antigua Iberia o Barbariska
del Norte de España... O con la tradición, vigente hasta ayer mismo entre las
gentes de Cantabria, de posar la mano derecha sobre los hitos de sus
propiedades, como expresión de su dominio sobre ellas. Siendo fácil deducir que
ese gesto tuviera su paralelo en otros semejantes efectuados respecto a otra
suerte de bienes... y de personas.
La cuna de la Civilización Inicio
No por azar ni por casualidad, el foco desde
el cual se produce la proyección del lenguaje humano, coincide puntualmente con
la región en la que se gesta el arte paleolítico y la arquitectura megalítica.
O, lo que es lo mismo, las primeras
manifestaciones culturales de
¿No es
de la más aplastante coherencia que la cuna del lenguaje coincida exactamente
con la región en la que se gesta la pintura, la escultura, la arquitectura y,
por consiguiente, la cultura y la civilización humanas?
¿No es
abrumadoramente evidente que si la pintura, la escultura y la arquitectura
comparten una misma cuna, sea ésta a su vez la que viera nacer las restantes
manifestaciones culturales humanas, imposibles de documentar hoy por el hecho
de que no fueran plasmadas sobre materiales imperecederos como la piedra?
¿No
cae por su propio peso que fueron aquellos mismos pueblos del Norte de España y
del Sur de Francia que acuñaron sobre piedra las primeras manifestaciones
culturales que nos son conocidas, quienes crearon
Y si
el más elemental sentido común nos enseña que los hombres del Paleolítico
Superior poseían ya un lenguaje cuyo nivel de desarrollo era, como mínimo,
similar al de sus creaciones artísticas, ¿no resulta meridianamente obvio que
la matriz del habla humana tiene que hallarse -necesariamente- en la misma
región en la que -por espacio de decenas de miles de años- se desarrollara la
más antigua civilización conocida, al tiempo que -con abismal diferencia
respecto a las demás- la más longeva?
Por
otra parte y no existiendo indicios en ningún otro lugar del mundo, de una
cultura que hubiera podido servir de modelo a la gestada por los cromagnones cantábricos y galos, ¿no
tenemos elementos de juicio más que suficientes para deducir el carácter
autóctono de estos pueblos y, por consiguiente, de la lengua por ellos creada?
Y si
es manifiestamente obvio que la primera cultura de
¿No es
una verdad indiscutible que la evolución intelectual del ser humano ha seguido
un proceso paralelo al de la evolución del lenguaje con el que construía y
expresaba sus ideas? ¿Y no es igualmente incontrovertible que el artista que
pintó los bisontes de Altamira, tenía que poseer -inexcusablemente- un alto
grado de desarrollo intelectual? De donde se deduce que si, efectivamente,
poseía ese elevado coeficiente intelectual, tenía que poseer, a la fuerza, un
lenguaje altamente evolucionado. Porque resulta risible y al propio tiempo patética,
las ideas que las nefastas películas sobre
Las investigaciones sobre los orígenes del lenguaje, que vengo
desarrollando desde el año 1984, han corroborado abrumadoramente todos estos
extremos que acabo de dejar expuestos, pudiendo demostrarse, inapelablemente, que
Desde hoy,
Mi felicitación más calurosa para todo el
equipo que trabaja en las excavaciones del Monte
Castillo, con Victoria Cabrera y
Federico Bernaldo de Quirós al
frente. Ellos, con su trabajo sobre el terreno y yo con mi no menos oscura y
sacrificada labor de investigación filológica, hemos protagonizado uno de los
más hermosos episodios de la joven historia de
Mi enhorabuena, repito, a los excavadores
del monumental complejo subterráneo de Monte
Castillo. Ésta ha sido, ésta es mi aportación absolutamente desinteresada a
su trabajo: haber logrado interpretar el que quedará como su más importante
hallazgo. Que, a la postre, ésta es la auténtica Arqueología:
la que concentra y aglutina todos los
esfuerzos y disciplinas, la que contribuye, con su esfuerzo, al progreso de
Lo que sí está ya absolutamente claro y se
ve refrendado, una vez más, por el descubrimiento que ha dado origen a la
redacción de estas páginas, es el acierto de aquellos que, como Rick Gore, han sabido ver que... debido
a su climatología, muchas de las respuestas a los grandes interrogantes sobre
la especie humana, podrían desvelarse en los yacimientos españoles.
Todos, allende nuestras fronteras, han
empezado a verlo. Nosotros, una vez más y como siempre, seremos los últimos en
creerlo...
Los
"descubridores" de Europa
Historia
del descubrimiento de la escritura Inicio
Jorge
Mª Ribero-Meneses
Con la publicación de esta revista y todos
los descubrimientos que contiene -jamás intuidos, siquiera- en relación con el
origen de la escritura, se abre una nueva era para los estudios filológicos y
arqueológicos. Por la misma razón que nada
ha sido igual en
Sé por una larga experiencia que cuando un
investigador español realiza un
descubrimiento de primera magnitud, que resulta absolutamente irrefutable y
que, por ende, no puede ser objeto de las críticas, invectivas o burlas de los especialistas en la materia de que se
trate, la táctica habitual seguida por éstos es la del silenciamiento. En lugar del divide
y vencerás, aquellos que se pretenden intelectuales
aplican, en estos casos, el ignora y
vencerás. Se hace caso omiso de los nuevos descubrimientos y se deja que
transcurra el tiempo, con el fin de conseguir que el olvido acabe engulléndose
al autor de los mismos y de que, desaparecido, desprestigiado o marginado éste
por completo, su obra y sus hallazgos pasen a ser, por así decirlo, del dominio
público. Una vez conseguido esto, una vez olvidada por todos la persona que
realmente efectuó los descubrimientos que fuesen, nada se interpone entre los intelectuales carroñeros y la obra de
aquel colega suyo al que consiguieron enviar al otro mundo, corroído por la
rabia, la indignación, la cólera, la tristeza... y la vergüenza. Vergüenza ante tanta perfidia y ruindad. España sabe
mucho, mejor que ningún otro país del mundo, de esta abominable táctica
utilizada por quienes, pretendiéndose intelectuales, son expertos en fagocitar la obra producida por las
mentes más lúcidas de nuestro, por lo común, paupérrimo panorama intelectual y cultural.
Siguiendo esta táctica de desprecio > derribo > apropiación,
los nombres más preclaros que ha producido el pensamiento ibérico han caído en
el más vergonzante de los olvidos, en tanto que toda una legión de mediocres y
de inútiles pueblan las páginas de las enciclopedias y de los manuales de
Historia, a pesar de no haber efectuado aportación original alguna a la cultura
y al conocimiento y a pesar de que su contribución más valiosa fue aquella que
pudieron realizar gracias a que supieron
beber, ruinmente, en la obra de aquellos sabios cuya tumba contribuyeron a
cavar con sus desdenes, sus calumnias, sus zancadillas... y sus maniobras para
conseguir sumirles en la ruina y en el desprestigio.
Veinte años de investigaciones sobre los
orígenes de Iberia, de Europa y de
Mal están los codazos y las zancadillas entre
los aspirantes a ocupar un sitial eminente en el panorama de las Letras, pero
si deplorables son este tipo de comportamientos, lo es muchísimo más el hecho
de que el camino de
Paso a paso, pues, y con la ayuda de mis
lectores más asiduos y allegados, integrados hasta hoy en el Círculo Europeo de Hiberistas y, desde
hoy, en
La intelectualidad española no podía tolerar
una herejía semejante que, por otra
parte, hacía tambalear todos los dogmas imperantes en la época en relación con
el nacimiento de las lenguas, de la civilización y de las primeras religiones en el Mediterráneo oriental,
y a partir de ahí se inició un calvario para Cejador que habría de llevarle a
abandonar
Y así resulta que la idea más brillante que
yo le conocía al afamadísimo don José
Ortega y Gasset, es un plagio vergonzoso de las tesis de Cejador y de otros sabios europeos en
estrecha sintonía con él... Así resulta que lo único inteligente que yo he leído en la obra del eminentísimo don Ramón Menéndez Pidal, considerado
hasta aquí como el mayor filólogo español de todos los tiempos, es otro plagio
repugnante de las tesis del propio Julio
Cejador... Así resulta que don Américo Castro y don Claudio Sánchez Albornoz, bebieron
también, cuanto les convino, en las fuentes de Cejador. Exactamente lo mismo que hizo el teósofo Mario Roso de Luna,
aunque en este caso no me consta si reconoció u ocultó esa deuda en su obra. Me
gustaría pensar que Roso de Luna -hombre de extraordinaria talla intelectual-
fue mucho más honesto que los personajes
que he citado anteriormente. ¿Y qué decir de don Miguel de Unamuno,
excelente poeta, buen escritor, pensador mediocre y nefasto filólogo que siendo basko
y catedrático de lengua griega, ni
se enteró siquiera de que la lengua baska es el precedente indiscutible de la lengua helénica...? Y eso que, como
todos los miembros de
También Antonio
Cánovas del Castillo parece haberse visto influido por la obra de Cejador, aunque tampoco me consta si lo
llegó a reconocer o no. La misma duda que me cabe respecto a Joaquín Costa, paisano de Cejador y
hacia el que quiero pensar que mostró admiración y respeto. E ignoro si
discípulo pero seguro que lector ferviente de ese gran jesuita que a pesar de haber honrado a
Pero toda aquella fecunda siembra no sirvió para nada. Las tesis
de Cejador y las de todos los sabios
europeos que compartían ideas semejantes en relación con el sobresaliente papel
desempeñado por
Y ya por último, merece mención aparte en
este comentario un filólogo español fallecido en 1983, el basko Imanol Aguirre, por el que llevo
rompiendo lanzas desde que supe de su existencia en 1987, convencido de que él
había sido el primero en descubrir la primogenitura de la lengua baska. Toda mi obra está preñada de
homenajes a este olvidado filólogo, a pesar de que no he bebido jamás en su obra y de que sus tesis filológicas
llegaron a mi conocimiento a través de uno de sus hijos, cuatro años más tarde de que yo hubiese elaborado y
publicado las mías propias, muy afines a las suyas en lo que se refiere a la
primogenitura del euskera. Porque me cabe el enorme orgullo de haber construido
todas mis tesis filológicas, antropológicas, arqueológicas y etnológicas antes de haber leído a todos los autores
citados o a los que me dispongo a mencionar a continuación, en este caso a
título de homenaje. Mi camino fue muy otro al de todos ellos y tuvo como única guía al sentido común.
Éste ha sido mi único maestro y por
éste me he guiado y sigo guiando desde que inicié mis investigaciones en el año
1984, tras dos años de estudios
sobre otro de los grandes temas tabú de la etapa franquista:
La historia de
Cejen, pues, todos los plagiadores en su
sucio y estéril empeño. Porque de la lectura de las páginas precedentes se
desprende que ningún plagio acaba quedando impune y que, aunque a veces tengan
que transcurrir siglos para ello, la verdad termina imponiéndose siempre sobre
el engaño. Quede aquí claramente expresado mi desprecio hacia quienes
construyen su medro valiéndose del mérito ajeno. Quede aquí claramente
reflejado mi propósito de desenmascarar a quienes, huérfanos de talento,
usurpan el ajeno para enjalbegar la
fachada de su grisácea y patética mediocridad.
La senda hacia el descubrimiento del origen del
habla Inicio
Las más viejas formas de escritura del
planeta se encuentran en
Para comprender el talante de Manuel de
Góngora nada mejor que estas palabras de presentación escritas por él mismo: Los
alemanes distinguen entre dos clases de doctos: unos que sólo piensan en el
objeto científico y en la verdad; y otros que antes que todo piensan en sí
mismos, en su fama y en su vanidoso nombre. Quiera Dios que pueda yo contarme
entre los primeros, pues datos es lo que faltan a la ciencia y sobran sermones
y elucubraciones. Sabias
palabras que, ocioso es decirlo, suscribo de forma apasionada.
Manuel de Góngora reproduce en su obra un
buen número de signos encontrados en cuevas y sepulcros de Andalucía, habiendo
sido él mismo el descubridor de algunos de ellos. Por eso escribe con legítimo
orgullo: Este descubrimiento es exclusivamente mío y me proporciona la gloria de
ser el primero en España que da a conocer una escritura prehistórica enteramente
nueva y desconocida. Y parece
indudable que lo era, ya que Julio
Cejador y el alemán Waldemar Fenn
son posteriores a Góngora.
Manuel de Góngora nos habla de las Cuevas de Carchena, descubiertas en 1848
cerca del monte Horquera, no lejos de
Torre del Puerto:
El
ansia de buscar tesoros hizo que las escudriñasen ciertos vecinos de Baena,
dando con unas sepulturas... y con numerosa colección de lajas sueltas donde
aparecían estraños geroglíficos. Lleváronse a Baena secretamente, se guardaron
y aún guardan con misterio como receta segura de la anhelada riqueza.
Y reproduce en su libro el dibujo de dos de
ellas. Dibujo en el que puede apreciarse que no se trata de planos para
localizar un tesoro, sino de escritos cuya antigüedad debía ser enorme. Y digo debía porque es obvio que esas tablillas
de piedra han pasado a mejor vida. Como casi todo lo que ha aparecido en
España. Por eso resulta una misión tan titánica la de redescubrir su pasado:
porque han sido tan grandes la ignorancia y la codicia en la vieja Iberia, que todo cuanto de valor se
descubre, primero se oculta y a la postre se pierde. Como aguda y chuscamente
escribiera mi cuarto hijo, Ibán: la
prueba de que el Paraíso estaba en España es que no se ha encontrado. Si la
cuna de
Nos habla también Manuel de Góngora de una
preciosa colección de pinturas prehistóricas descubiertas...
... en
Piedra Escritá, en un lugar casi
inaccesible, habitación de fieras y cabras monteses. Pasado el río de los
Batanes, en remotísima edad y con arte y simetría, se cortó a pico de espiochas
la falda del peñasco, que es de pedernal fino, dejando una fachada o
frontispicio de seis varas de alto y otras tantas de ancho, abriendo allí dos
cuevas contiguas pulimentadas en sus cuatro caras. En los dos frentes
esteriores aparecen más de sesenta símbolos o geroglíficos escritos con modo
rústico y sencillo, con tinta rúbrica bituminosa. La media luna, el sol, una segur, un arco y flechas, una espiga, un corazón,
un árbol, dos figuras humanas y una cabeza con corona se destacan entre
aquellos signos, albores de la escritura primitiva.
Aunque no puedo entrar ahora en ello, todos
esos grabados que ornaban el frontal de Piedra
Escritá constituyen una auténtica antología
de la más vieja mitología ibérica.
Al tiempo que una prueba más de que
¿Nos sorprenderemos, a partir de cuanto
antecede, de que alguno de nuestros viejos historiadores denomine certeramente enuskera
a la lengua de los Baskos, probándose así su parentesco con la lengua
hablada en la supuesta primera ciudad de
¿Nos sorprenderá, así mismo, el hecho de que
la lengua enuskera = euskera = eskuara resulte compartir su denominación
con términos tan primordiales, en relación con cuanto venimos viendo, como
puedan serlo las voces escuela y escribir?
Un investigador francocatalán al que me
referiré más adelante, Juan Parellada de
Cardellac, supo comprender no sólo la ancianidad de la lengua hablada por
los Baskos, sino también su carácter incontestablemente autóctono:
Los
primitivos autores del euskaro,
abuelos de los vascos, vivían ya en su actual territorio en la época glacial,
como está por otra parte plenamente demostrado en nuestros días.
Si los
vascos han podido conservar su lengua es porque han mantenido, a través de
milenios, su primitiva identidad racial, sus caracteres antropológicos
ancestrales. La estricta probidad científica me obliga a declarar que los
últimos trabajos científicos del Dr. de Bos, del Instituto Rockefeller, han
demostrado que contrariamente a lo que se ha admitido hasta hoy, los genes ADN
son susceptibles de mutaciones motivadas por agentes exteriores de clima y de
medio ambiente. Ello implica que si el hombre vasco ha conservado íntegras sus
características peculiares, ha sido en su medio ambiente, o sea en las montañas
vascas.
El éuscaro es la lengua paleolítica de los
territorios ibero-ligures, que no procede de ninguna parte sino que es
autóctona. La lengua vascuence, como lengua prehistórica, constituye el
monumento lingüístico más arcaico de Occidente, cuya conservación incumbe tanto
a Francia como a España.
Cerca estuvo Parellada de comprender que
detrás del euskera se oculta la primera lengua hablada por el ser humano,
madre de todas las lenguas de
Las
crónicas nos hablan de los Iberos, de los Celtas, de
los Fenicios, de los Romanos, de los Cartagineses y de las invasiones bárbaras
y árabes. Todo esto induce a pensar que se produjo aquí una mezcla de todos los
pueblos llegados de fuera, pero la realidad es que estos últimos no representan
más que una ínfima minoría menor de lo que se cree y comparable a una delgada
capa de aluviones sobre la roca viva de la población indígena y prehistórica de
España.
Una forma como otra cualquiera de afirmar
que las lenguas ibéricas no proceden del latín. Porque sería insensato
pretender que esa delgada capa de
aluviones hubiera podido prevalecer sobre la roca viva de nuestras hablas milenarias. Una idea que está
también latente en estas sorprendentes palabras de Ramón Menéndez Pidal en su Estudio
en torno a la lengua vasca:
No
existen razones para negarse a creer, con Aranzadi, que el vasco es una de las
lenguas que se hablaban bajo los dólmenes e incluso, tal vez, en las cavernas
cuaternarias. Los hombres que hablaban esta lengua pueden identificarse con
aquellos a los que los autores antiguos denominaban Iberos. El vasco representa el
vestigio venerable de las lenguas ibéricas desaparecidas y merece por ello toda
nuestra atención y el respeto que se debe a las reliquias de
Como he escrito anteriormente, sólo el hecho
de que estas ideas de Unamuno y de Pidal no fuesen propias sino
adquiridas, permite entender que ambos filólogos no llegasen a descubrir, a
partir de ellas, no sólo que las lenguas romances no proceden del latín sino
que la primera lengua hablada en el mundo tuvo su matriz a orillas del
Cantábrico. Mucho más cerca estuvo de verlo un cura francés que merecería se le
erigiera un monumento por su lucidez. Me refiero al Abate Espagnolle, autor
del libro Origine des Basques:
El sustrato principal de la lengua francesa
es prelatino. Yerran por lo tanto aquellos que la hacen derivar de la lengua
latina.
Palabras tan clarividentes como
contundentes... y ciertas. Siempre han ido los Franceses
por delante de los Españoles en las cosas del pensamiento y de la cultura. No
es extraño por ello que algunos de ellos se hayan negado a comulgar con ruedas
de molino en lo tocante a la latinidad
de las lenguas del Occidente de Europa. Por eso Franc Bourdier, en su libro
Les origines de la langue basque, se expresa en estos términos no menos
concluyentes:
Tengo
la impresión de que el vasco no ha sido tomado suficientemente en consideración
para la búsqueda de las etimologías francesas, incluidos los nombres
geográficos. La mayoría de estas etimologías son rebeldes a las derivaciones
latinas.
A estos dos Franceses clarividentes a los
que acabo de referirme, se unen varios sabios europeos cuyos nombres merecen
ser recordados en el momento en que, al descubrirse a orillas del Cantábrico
las más antiguas manifestaciones escritas de la historia de
Tratando
de Ibero, segundo Rey de España,
hacen gran memoria Alberto Magno, Solino y Poliodoro, cómo el río Hebro nace en el remate de los Perineos, en los confines de los Cántabros, vulgarmente llamados Vizcaynos,
y lo que digo dellos digo de los Guipuzcoanos, que todos son Cántabros
superiores, porque es toda una gente,
una nación, una lengua, una antigüedad, una nobleza y un valor...
Esto dicho, escuchemos ya a los pensadores
europeos de los que fuera discípulo el eminentísimo aragonés, Julio Cejador:
Herder
(Memorias de
Julio
Klaproth (prefacio de "Asia políglota"): La
afinidad universal de las lenguas está rodeada de una luz tan resplandeciente, que todo el mundo debe considerarla como
enteramente demostrada. Lo cual sólo se puede explicar suponiendo que los
retazos de la lengua primitiva, se hallan todavía desparramados por todos los
idiomas del antiguo y nuevo continente.
Alejandro
Humboldt (Epígrafe al "Asia políglota" de
Klaproth): Por aisladas que parezcan algunas lenguas, por raras que parezcan sus
caprichosas maneras de expresión y sus dialectos, todas tienen analogía, y sus
idénticas y comunes relaciones quedarán todavía más patentes a medida que la
historia filosófica de los pueblos y el estudio de los idiomas vayan
perfeccionándose.
Max
Müller ("Lectures"): En la
portentosa fecundidad de la primera emisión de los sonidos y en la instintiva
selección de las raíces, hecha después por las diversas tribus, podemos hallar
la explicación de la diversidad de las lenguas, como nacidas todas de una sola
fuente. Podemos comprender no solamente cómo se formó el lenguaje, sino también
cómo hubo de escindirse en tantos dialectos; y estamos convencidos de que sea
cual fuere la diversidad que haya en las formas y raíces del habla, no puede
sacarse de semejante diversidad ninguna prueba concluyente contra la
posibilidad de un origen común. La
ciencia del lenguaje nos levanta a una altura desde donde podemos atalayar la
aurora de la vida humana, y donde la frase del Génesis de que en toda la
tierra no había más que una sola lengua, nos ofrece un sentido más natural,
inteligible y científico que el que antes conocíamos. Mejor que ningún otro monumento de la tradición, el fenómeno del
lenguaje da fe de las luces que rodearon a la cuna de
Gonlianoff
(Discurso sobre el estudio fundamental de las lenguas, París 1822): La sucesión de los hechos anteriores a la historia, borrándose con los
siglos, parece oponerse a la unidad del linaje humano. Si algún día osara algún filósofo asentar la multiplicidad del origen
del humano linaje, la identidad de los idiomas todos vendría a desenmascarar el
error y llegaría a convencer con su autoridad a los más convencidos de lo
contrario.
Jacobo
Grimm ("Acerca del origen del lenguaje", Berlín, Dümmler 1852): Si el lenguaje hubiera sido un don celestial
dado al hombre y creado sin él y fuera de él, la ciencia no tendría derecho ni
medios para buscar su origen; pero si es
obra humana, si ofrece un derrotero y un desarrollo regular, es posible llegar
hasta su cuna por medio de legítimas inducciones.
Julio
Cejador ("Introducción a la ciencia del lenguaje", Madrid, 1911): ...
los pocos que han sostenido la pluralidad originaria de los idiomas, no
formaron tal juicio estudiando las lenguas. La lingüística en cuanto tal ha llevado siempre a creer en la unidad
originaria del lenguaje. Lejos estaban Platón y Humboldt de recurrir a la
intervención inmediata de la divinidad en el origen del lenguaje, y no menos lo
estoy yo, que trato de exponer el origen del habla de una manera tan natural
como el origen del gesto, de la fisonomía, de la visión y de la locomoción.
Antecedentes
en el descubrimiento de la escritura:
1. Julio Cejador Inicio
Julio
Cejador, como Marcelino Sanz de
Sautuola, tuvo también su aliado y adalid en un eminente erudito catalán, P. Bosch-Gimpera. A éste me remito,
pues, y a su prólogo al libro de Cejador Ibérica -I-, antes de pasar a reproducir algunas de las tesis defendidas
por el lingüista aragonés:
Cuando
terminaba la corrección de las pruebas del presente trabajo sobre las antiguas
inscripciones ibéricas, pasó a mejor vida el que fue sabio Profesor de Lengua y
Literatura Latinas de
Su
producción copiosa, de la que buena
parte se halla todavía inédita, acerca de la historia del castellano, de sus
orígenes y del vasco, no sólo como lengua primitiva de España, sino como
lengua en la que debían buscarse, según él, las raíces de las demás, deja
una profunda huella.
El
problema del vasco le llevó a estudiar las antiguas inscripciones ibéricas, que
creyó poder descifrar a través del vascuence, después de haber hallado un nuevo
sistema de lectura de los alfabetos en que están escritas y que creyó el primero de las civilizaciones
históricas...
Sin
duda los resultados de Cejador habrán de
ser muy discutidos y nosotros, que no somos filólogos, no sabríamos formar
una opinión acerca de este difícil problema, que viene discutiéndose desde los
tiempos de Humboldt. Creemos, sin embargo, que el trabajo en que el difunto
maestro puso todo su entusiasmo y que meditó y retocó cuidadosamente durante
mucho tiempo, es uno de los mayores esfuerzos hechos para resolver el problema,
así como también creemos que debe ser tomado en consideración y estudiado por
los especialistas, sobre todo por los filólogos que se ocupan de la lengua
vasca. El propio Cejador les invitaba, al terminar su obra, con la ecuanimidad propia del verdadero
hombre de ciencia, a que la discutiesen serenamente.
De tal
discusión esperamos mucha luz. ¡Desgraciadamente en ella no podrá intervenir ya
Cejador, que tantas ilusiones cifraba en este trabajo que, en cierta manera, venía a darle la clave de una gran parte de
su labor filológica!
Escuchadas las cariñosas palabras de
Bosch-Gimpera, conozcamos ahora algunas de las tesis de Julio Cejador en
relación con el origen del lenguaje y de la escritura:
Desde
que se publicó la obra de Manuel de Rougé, Mémoire
sur l´origine égyptienne de l´alphabet phénicien (París, 1874), se admite
generalmente que el origen del alfabeto está en los jeroglíficos egipcios. Muchos comienzan ya a dudar y a mirar a las
islas del Mediterráneo y aun hacia España. La cultura minoana de Creta y
la ibérica de España comienzan a revelársenos como las más antiguas del
Mediterráneo. Cuando al alfabeto ibérico -llamado celtibérico o de letras desconocidas y que debería llamarse español o euskérico, puesto que es el propio de los antiguos españoles o del
euskera, habla primitiva de España-
desde fines del siglo XVI en que se dio a conocer, no se ha podido descifrar ni
una sola palabra: ha sido el mayor fracaso que se conoce en achaque de
inscripciones.
(...)
Bien sabía Hübner (Monumenta linguae
ibericae, Berolini, 1893) que tenemos en España todavía un idioma
antiquísimo, (pero) como veía que los sabios españoles no daban la menor
importancia al vascuence y no sólo no lo sabían ni trataban de estudiarlo, sino
que se reían de los que se acordaban de este idioma, no se tomó el trabajo de
aprenderlo. Él y los sabios españoles
merecen en este punto seria censura. Si el vascuence es continuador del
idioma ibérico, por muy cambiado que esté en él aquel idioma, siempre sería de
ayuda inapreciable. (...) Este
menosprecio de un idioma que tenían dentro de su propia casa, ha sido la
verdadera causa del vergonzoso fracaso de no haberse podido descifrar ni una
sola palabra ibérica. (...) "Domine" me han llamado en letras de
molde y hará ya la friolera de veinte y tantos años que se dijo que "era
lástima que tuviera yo la chifladura del vascuence". La frasecita sigue
repitiéndose, en vez de refutar algo
de lo mucho que acerca del vascuence llevo escrito y publicado hasta la fecha.
(...) Desde el siglo XVIII los
eruditos españoles sienten verdadera tirria contra el vascuence y ni admiten la
tesis de Humboldt (el euskera, lengua primitiva de Iberia), admitida por la mayor parte de los
sabios extranjeros.
Dan
por enteramente averiguado que el vascuence no tiene nada que ver ni sirve para
nada tratándose de inscripciones ibéricas ni de castellano. Ceguera increíble, menosprecio injustificado de un idioma que,
aunque no hubiera tales inscripciones, deberían estudiarlo nuestros eruditos
como el monumento más venerable y antiguo de España. El vascuence, por ellos
menospreciado, les ha jugado una mala partida, mejor dicho, les ha dejado en su
ignorancia por no haber acudido a él que les hubiera alumbrado.
Las
pruebas aducidas por mí sobre que el vascuence se habló por toda España y, tal,
que no difiere del vascuence hablado hoy, son tan evidentes que, entre los
escritores españoles se va notando ya algún cambio, dando como cosa averiguada
que el vascuence se habló en otro tiempo fuera del país vascongado y aun por
toda España; aunque (...) el estudio del
vascuence es harto espinoso y pide gran desinterés por no dar honra ni
provecho. Mis argumentos, ¿cómo van a tomarlos en cuenta los que me tienen
por un dómine y por un chiflado en materia de vascuence?
(...) Ello supone gran cultivo de las letras
entre los españoles en su propia lengua, el vascuence, antes de llegar acá los
romanos. La mayor parte de los historiadores no se explicaban el dicho de
Estrabón de que los turdetanos tuvieran
escritos literarios tan antiguos como él dice. ¿Pero no tenían su alfabeto, que
veremos supone muchos siglos de vida y de evolución? Los historiadores romanos
para nada hablan de los españoles, si no es como guerreros que tanto les dieron
en qué entender. La civilización
romana hundió la civilización española, hundió su literatura, su lengua, su
alfabeto. Fuera de ese texto tan general de Estrabón y de otro de Silio
Itálico, en que dice que ciertos
españoles cantaban versos en su idioma, nada nos dijeron los romanos de
aquella nuestra cultura.
(...)
Otra cosa queda probada y es que el
vascuence de aquella época remota no ha cambiado en lo más mínimo. Duras de
aceptar parecerán estas conclusiones a los enemigos del vascuence: pero ellos
se tienen la culpa, porque el sabio no ha de tener malquerencia ni mirar de
malos ojos ninguna cosa, si quiere dar con la verdad.
(...)
Y digo del alfabeto y no de los alfabetos, porque aunque en cada región y época
se emplearon unos signos más que otros, todos
pertenecen a un solo alfabeto evolucionado en épocas y regiones y los signos
principales se hallan en todas las regiones y épocas.
(...)
Resumiendo, las letras primitivas son
ideogramas, sobre todo de la conformación de la boca al articular los sonidos,
ideogramas de la articulación. Nada de esto se vislumbra en los alfabetos
fenicio ni griego. No puede ser casualidad esta pintura en todas las letras, de
modo que hay que confesar que tal fue la intención de los hombres que
inventaron la escritura, que fueron los euskaldunas. Tenemos, pues, aquí el
origen del alfabeto y de la escritura entre los mismos que aún conservan el
habla primitiva. Nada más natural.
(...)
Lo segundo que se saca de este estudio es que el alfabeto ibérico es muy antiguo, aunque no podamos precisar cuándo
se inventó. La evolución de formas hasta olvidar el valor ideológico de los
que lo inventaron requiere mucho tiempo. Además, de este alfabeto veremos que
salieron el fenicio, el griego y hasta el hiératico de Sumer y Acad, del cual
salieron los signos silábicos de las inscripciones cuneiformes de Asiria y
Babilonia. Es, pues, anterior a la cultura babilónica y asiria, a la egipcia y
a la cretense o minoana, esto es, anterior a todas las culturas que conocemos.
Los signos de nuestro alfabeto se derramaron por el Mediterráneo y llegaron
hasta
No
sabemos cómo se llamaba cada signo del alfabeto entre los euskaldunas; pero de
sus nombres debieron salir los que se conservan entre griegos y semitas, algo
modificados...
(...)
cuando se redactaron las inscripciones y medallas que poseemos se había ya
olvidado el valor propio y digamos etimológico de los signos. El mismo hecho prueba la antigüedad grande del alfabeto,
pues para que así se pierda el valor ideológico y propio sonido de cada signo
silbante, confundiéndose todos ellos, muchos tiempos son menester que transcurran.
Inscripciones de Portugal. Son
sin duda las más importantes por todos conceptos. Las letras son de las más
antiguas y sin mezcla de signos de alfabetos extraños o de signos ambiguos.
Apenas si hay que suplir nada. Son
finalmente tan artísticas en el trazado y de tan denso contenido ideológico,
que puede asegurarse que tenemos aquí las más antiguas muestras literarias que
conocemos de España. El idioma es francamente el vascuence sin lugar a dudas.
(...)
Hay que convenir en que el griego y latín tienen letras ibéricas que no tiene el fenicio, es manifiesto, y que no se
derivaron de las correspondientes fenicias. ¿Vinieron de Grecia a España o de
España fueron a Grecia? La respuesta es la misma que dimos a la pregunta de si
vinieron a España las letras ibéricas saliendo de las fenicias o las ibéricas
dieron las fenicias. En España se hallan
todas las griegas y latinas y con su clara derivación mediante la jucla de las
formas primitivas; en Grecia no se halla explicación de la jucla ni de las
formas jucladas, ni se hallan todas las primitivas que de las jucladas
salieron, ni se halla explicación alguna
de ninguna de las letras, como se hallan en España. Luego de España salió el
alfabeto griego...
Gloria de España es poseer todavía el habla
más antigua y de la cual se derivaron los idiomas todos que conocemos, el habla natural, nacida de los gestos,
principalmente de los gestos de la boca o articulaciones. Con ella se
conservó el alfabeto primitivo.
Quedaron atrás los tiempos míticos de los
vascófilos que, desconociendo la lingüística como ciencia del lenguaje, que
todavía no había nacido, nos presentaron atisbos de la verdad a vueltas de mil
elementos míticos y misteriosos, de patrañas que les desacreditaron. Con mis
trabajos ha entrado la luz de la ciencia en aquel bosque tenebroso.
(...) Cómo del vascuence salieran las lenguas
indoeuropeas, lo hallará el curioso recogida y ceñidamente en mi Diccionario etimológico-analítico
latino-castellano.
El descubrimiento del alfabeto primitivo confirma
mi descubrimiento del origen del lenguaje: el idioma primitivo y su alfabeto y
escritura tenían que ir a la par y hallarse en la misma raza española.
Sólo me queda rogar a los verdaderos sabios,
quiero decir, a los que buscan sólo la verdad, lean con serenidad este mi
trabajo, como leyeron los demás míos, y me comuniquen las rectificaciones de yerros que
sin duda en tan espinosa materia no habrán de faltar, a pesar de todos mis
esfuerzos.
2. Waldemar Fenn Inicio
Discípulo, sin duda, de Humboldt y conocedor de la obra de Julio Cejador, el ilustre arqueólogo germano Waldemar Fenn consagró la última parte de su vida a demostrar que
A diferencia de otros sabios europeos,
Waldemar Fenn no sucumbió cautivado al canto
de sirena de la mitología ibérica, ni tampoco se vio deslumbrado por el
arcaísmo de la lengua de los Baskos. Fenn es completamente ajeno a esas
cuestiones y su fascinación por la cultura ibérica va a plasmarse en el afán
por descifrar el oscuro y crucial significado de nuestra riquísima -y única-
escritura paleolítica.
El camino elegido por Fenn no tiene, pues,
precedentes ni mantiene paralelo alguno con el de todos aquellos que con mayor
o menor fortuna, talento e inspiración hemos buceado en las procelosas
profundidades de la lengua conservada por los Baskos. Fenn prescinde de todas
las noticias concernientes a la antigüedad de España y se centra exclusivamente
en el estudio de todos esos enigmáticos signos trazados por el hombre de
Las
innumerables manifestaciones cosmológicas y religiosas que se encuentran sobre
la tierra ibérica, claras fuentes de la
sabiduría más antigua, nos ofrecen un incomparable tesoro de altísimo valor
ético. Desde tiempos más remotos que en
ningún otro país del mundo, ya se nos presenta la gráfica ibérica con
sorprendente riqueza de sublimes ideas y elevadísima espiritualidad.
En
infinidad de lugares y en los más diversos emplazamientos de la península
Ibérica -sobre rocas yacentes o escarpadas, al aire libre, en santuarios y
cuevas, en dólmenes y sobre losas de tumbas relacionadas con el culto a los
muertos- encontramos tales signos esculpidos o pintados. Se presentan en forma de símbolos aislados y hasta en grupos de
amplias composiciones de figuras muy variables, grabadas con gran maestría en piedras, desde la blanca arenisca
hasta el más duro granito. En todo el Neolítico español, desde fines del
Paleolítico hasta su perduración en
También
en numerosos objetos de culto y amuletos vemos expresadas las mismas ideas
cosmosóficas que, con las anteriormente citadas, forman un conjunto armónico y
trascendental. Es así mismo interesantísimo observar cómo la cultura nacida en el suelo ibérico extiende su influencia en
todas direcciones, llegando hasta los países limítrofes del Mediterráneo
oriental.
Al final de la última época glacial, la
península Ibérica juntamente con las partes pobladas de
En el
pueblo vasco es donde se encuentra más conservado el tipo ibérico. Euskadi representa hoy para la moderna ciencia lingüística la clave para el
estudio de un antiguo y auténtico idioma ibérico. Encontramos, además, en las
rocas cantábricas los testimonios más numerosos y expresivos de la astronomía y
cosmografía antiguas; pero la máxima importancia de este rincón cantábrico
la constituyen dos de las manifestaciones del espíritu humano que debemos
calificar como las más altas y más antiguas del continente europeo y quizá del
mundo. Sin exageración, puede otorgarse a las pinturas de la cueva de Altamira el título de maravilla del
arte, de la misma manera que el mapa celeste de las peñas de Eira d´os Mouros puede conceptuarse
como un milagro de la ciencia.
Mientras
el Oriente, con la interpretación de figuras y personificaciones fantásticas,
llegaba a un politeísmo ilimitado, en el Occidente
se iba formando el más absoluto monoteísmo,
la revelación de un ser divino y omnipotente como única y suprema explicación
de los misterios del cosmos. (...) Eran intuiciones de una profunda
religiosidad que no permitía ninguna personificación directa del Ser divino,
sino solamente un símbolo para satisfacer el deseo humano de poseer o llevar
algún objeto sagrado o símbolo de
La
inmensa riqueza en metales y las magníficas obras de los artesanos en oro,
plata, cobre y marfil, y de su arquitectura megalítica; el florecimiento en la
cría de caballos y la domesticación de todos los animales útiles; el cultivo de
frutas exquisitas, legumbres y de los mejores cereales, está bien atestiguado
en la antiquísima Iberia. Hoy nos
demuestra
Si
comparamos la arquitectura del Oriente con sus contemporáneas megalíticas y
ciclópeas del Mediterráneo (...) nos
inclinaremos a favor de un origen occidental o ibérico.
Ofuscados
por el posterior de la cultura greco-romana hacia el Occidente, y el gran
adelanto de las investigaciones arqueológicas practicadas con absoluta
preferencia en el Mediterráneo oriental, se llegaba a la convicción de que toda
la cultura europea tenía su origen en el Oriente, estableciéndose así un
verdadero dogma científico, del cual es
su más expresivo error la increíble aseveración que supone a los fenicios como
procreadores de la cultura ibérica. Pero con las pruebas que aporta el
Paleolítico ibérico (...) la
situación del cuadro prehistórico experimenta una variación esencial en todos
los aspectos.
Por
eso se puede entender que la generación pasada de investigadores en el terreno
ibérico, salvo pocas excepciones, fuera
seducida también por la hipótesis orientalista, que menosprecia las facultades
intelectuales del Occidente. Todo lo que aparecía de alguna importancia en el
espacio vital de los iberos, se creyó influido, hasta lo más mínimo, por las culturas egipcia y griega, si no importado directamente
por los fenicios. Es deplorable que se juzgara la actividad cultural del
occidente europeo con un juicio tan devastador. (...) Así mismo, es también extravío la subordinación cronológica de la
cultura ibérica .... a los
sucesos en el Oriente. (...) Con las
pruebas de que la antiquísima Iberia y, con ella, el Occidente europeo, gozaban
-ya en épocas remotísimas de
Rehuso
la forma simplista de resolver ciertos problemas de nuestra Prehistoria,
apelando a las comparaciones directas con la etnología, por ejemplo, del negro
australiano. La vida y la mentalidad de
las razas inferiores que viven aún hoy en estado primitivo o volvieron al
primitivismo con restos degenerados de culturas más elevadas, no reflejan nunca
el intelecto de las razas superiores. Por esto, me parece más adecuado estudiar
al europeo primitivo en examen retrospectivo, sondeando el alma del hombre
occidental. Así, encontramos las bases intelectuales y los elementos
básicos bien conservados en innumerables mitos, cuentos, fábulas, costumbres
antiquísimas y, también, en creencias y sentimientos íntimos del hombre actual.
¿Oriente u Occidente? Las
opiniones respecto a esta diatriba, oscilan entre el tradicional y dominante
orientalismo y los ensayos de conceder también al Occidente el debido y justo
aprecio de su colaboración en el desarrollo cultural del mundo antiguo. A favor
del Occidente, lucharon en primer
lugar Bosch-Gimpera, Much, Penk, Loeher, Krause, Faidherbe, Reinach y Wilke...
Lo que
sabemos de antiguas fuentes literarias sobre la vida y cultura de los pueblos
ibéricos y germanos, pertenece a épocas muy tardías. Las opiniones de los
escritores romanos sobre los Bárbaros del Occidente, están influidas en su
mayor parte de la misma arrogancia con que hoy hablan de sus vecinos y propios
antepasados, las naciones que han conocido un rápido progreso técnico y
económico. Los pocos pero muy importantes relatos sobre una
alta y antiquísima cultura de origen occidental, no encontraron la debida
consideración. Además, es deplorable que en la vieja Europa las pasiones
políticas enturbien todavía el claro entendimiento de los sucesos históricos y
prehistóricos.
Europa, en su desmembración política, ha
olvidado que su florecimiento brotó de una comunidad racial y cultural inseparables
e indestructibles, a pesar de toda disensión particularista. No obstante tantas
mezclas de sangre, migraciones de tribus y acontecimientos bélicos, se
conservaba el modo de ser y la espiritualidad europea con caracteres propios
que se distinguen, evidentemente, de todos los círculos raciales y culturales
asiáticos y africanos.
Con
gran anterioridad al asombroso desarrollo de la cultura griega y a su
subsiguiente despliegue hacia el Occidente, hubo un gran movimiento, perfectamente documentable, del Oeste europeo
en dirección al Este. Los portadores de esta evolución fueron las razas
mediterránea y nórdica que aún hoy presentan el contingente más valioso y
dominante en las zonas del Occidente
que ya habitaron desde el Paleolítico.
Me
atrevo a pretender que el primer impulso de la arquitectura megalítica de
Egipto, llegó del Occidente
mediterráneo. En los dólmenes y tumbas más antiguas de Egipto se encuentra,
entre los restos humanos, la raza mediterránea tan bien representada como en
todos los monumentos megalíticos del Mediterráneo occidental. Y en todo el
Norte del continente africano surge una cultura neolítica correspondiente a la
ibérica. Y desde las Islas Canarias hasta el Nilo aparecen esqueletos y momias
con caracteres europeos. Es digno de mencionar, por otra parte, que la más
antigua religión egipcia era monoteísta.
Mientras
la mitología egipcia llegó, a base de concepciones plasmadas en objetos
concretos, a un politeísmo ilimitado, fundóse la religiosidad ibérica en una
alta cosmosofía y en un monoteísmo absoluto. Y así como en el Oriente las
escrituras nacieron influidas por la predilección de representar algo material,
la escritura ibérica procede, sin duda alguna, del simbolismo abstracto del
Neolítico del Occidente.
Indudablemente, el simbolismo egipcio
(grabado en las rocas de diorita cercanas a la segunda catarata del Nilo) se presenta en el Occidente europeo con
una anterioridad de 5000 años, cuando menos.
Aunque
la literatura hebrea está muy influida por la semítica y egipcia, el monoteísmo
absoluto de la religión israelita es diametralmente contrapuesto a todo el
politeísmo oriental. El reino de Jehová
se nos presenta como una isla europea en el Oriente antiguo.
Los
primeros alfabetos del Occidente conservaron todavía el carácter de los
símbolos y signos religiosos y astronómicos anteriores. Más tarde, el deseo de
embellecer las letras y con el progreso de las artes, especialmente la
arquitectura, se intenta armonizar el aspecto de las líneas escritas. Aunque
los griegos y los romanos crearon en tal sentido estilos peculiares, dudaron
ellos mismos del origen autóctono de sus escrituras. Comparando las letras
ibéricas, germánicas, británicas, escandinavas, itálicas, griegas y,
finalmente, las cretenses y fenicias, incluyendo también las europeas modernas,
no queda otra solución que afirmar su origen común y éste no puede ser otro que
el remotísimo simbolismo occidental. En capítulos anteriores hemos estudiado el
desarrollo de los ideogramas ibéricos hasta los límites de la época glacial.
Conocemos los altos talentos de los pueblos
del Occidente por su arte paleolítico, sus grandes facultades espirituales y
por sus admirables conocimientos astronómicos, que sobrepujan todo lo que
cualquier otro país del mundo pudiera presentar.
Teniendo en cuenta, pues, las conclusiones
resultantes de nuestro estudio, debemos reconocer que los habitantes del
extremo Oeste de Europa y especialmente de
Europa es una comunidad racial que se honra
a sí misma distinguiendo con el más profundo respeto y gratitud a nuestros
remotos antepasados, fundadores del espíritu e idealismo europeos. Pero a la
vez, hemos de reconocer sin reservas que el centro más antiguo y fundamental de
la cultura europea es el círculo ibérico, con su religión astral y monoteísta.
El origen cantábrico de la palabra escritura Inicio
Desde antiguo, vengo defendiendo que la escritura
nació en
La mayoría de los textos que nos han legado los tiempos prehistóricos, ora yacen
enterrados ora han perecido víctimas de la erosión. Queda sólo, como única
evidencia manifiesta, la de los escritos grabados o pintados en las
grutas, abrigos, peñas, acantilados o megalitos del antiguo País de Occidente.
Léase, de
W. Fenn, como yo antes de saber de su
existencia, comprendió que todas las pinturas y grabados rupestres,
paleolíticos, que ilustran las grutas y abrigos ibéricos y galos, tuvieron el
carácter de escritura. Por mucho que seamos incapaces de entenderla. De ahí la
importancia de descifrar, para siempre, todas esas pinturas y garabatos
que los arqueólogos han contemplado, hasta ahora, como simples curiosidades. Porque la identificación
del país en el que naciera la escritura puede contribuir
poderosamente al esclarecimiento de nuestros orígenes, al caer por su propio
peso que el país que inventase la escritura -léase la transmisión de ideas y de
conceptos a través de símbolos convencionales- hubo de ser al propio tiempo el
que alumbrase la civilización. O, lo que viene a ser lo mismo, el que viera
nacer a la primera Humanidad merecedora de tal nombre; a las primeras
sociedades humanas netamente racionales o inteligentes.
Una de las dificultades con la que nos
enfrentamos a la hora de identificar la cuna de la escritura, es la de la
escasa fiabilidad de las dataciones. Porque a la dudosa exactitud de la
datación de las piedras o arcillas sobre las que se grabaron los más viejos
símbolos, se suma la de que la ancianidad de esos soportes no tiene por qué coincidir necesariamente con la fecha en
que se trabajó sobre ellos. Yo puedo coger una teja de hace tres mil años y
grabar algo en ella que dentro de trescientos años parecería antiquísimo. Tan
viejo como la propia teja. De donde se desprende que, siendo incontestable que
el triángulo púbico de
A pesar de que resulta bastante obvio que la
de la escritura es una práctica que los seres humanos realizamos con
el concurso exclusivo de nuestras manos, nadie ha caído en la cuenta
hasta aquí de la obvia e indiscutible relación existente entre la voz baska esku
para denominar a la mano... y la
propia palabra escribir... Tampoco se ha comprendido que en la palabra escribir
se encuentra, intacta, la raíz del nombre de Iberia... ¿Se debe
todo esto a la casualidad?
Para que quede meridianamente claro que la casualidad no ha intervenido para nada
en todas estas cuestiones y que la escritura nació en tierras de Iberia,
voy a empezar por desvelar uno de los mayores enigmas que nos plantea nuestro
pasado: el porqué de la presencia de tantas manos, fielmente reproducidas en los muros de todos nuestros Santuarios rupestres y a las que
Tengo probado hasta la saciedad que Iberia
y Etiopía
fueron sinónimos en
¿Qué tiene que ver todo esto con las manos pintadas en nuestras cuevas? En
seguida vamos a descubrirlo.
Los antiguos Etíopes Eskalantes = Eskeletas = Eskitas = Euskaros utilizaron la
palabra baska esku -derivada de su nombre- para denominar a las manos...
y a la libertad. Nada menos. Y de ahí, obviamente, el hecho de que la pintura de la mano extendida fuera sinónimo de libertad. O el hecho de que de esa misma voz baska esku
se haya derivado el término escritura, así como el nombre de los
punzones o eskilinbas que se utilizaban para escribir. Luego las manos
pintadas en nuestras cuevas, más que manifestaciones artísticas, son escritura químicamente pura y vienen a
ser algo así como fotocopias del carnet
de identidad del pueblo que las representó. Porque con la plasmación de
esas manos -esku, en euskera-
estaban proclamando su orgullo de pertenecer al pueblo más libre que jamás haya existido, así como al más antiguo de
Una de las pruebas irrefragables que
refrendan la maternidad galoibérica
sobre el habla y la escritura, nos la aportan
precisamente los propios nombres con los que a ambas se designa. Al habla
me referiré en otra ocasión y respecto a la escritura, nítido e
incontrovertible resulta el esquema que ya he reproducido en varios de mis
libros y que vuelvo a reflejar a continuación. Nadie osaría poner en duda que
fueron los Eskálibes = Eskalantes = Eskitas = Euskaros = Eskotos
(éstos últimos son mencionados por las fuentes británicas como oriundos del Norte de España y como colonizadores de
Irlanda y Escocia), quienes
acuñaron todos estos conceptos y significados, emparentados entre sí, que reproduzco
a continuación. Y con el fin de unificar la ortografía y evitar tener que
utilizar tres letras distintas para expresar un mismo sonido, recurro a la k como madre que fue de la c y de la q:
eskalepa
> eskolio, escrito (romance = castellano)
> eskolops, cruz con inscripciones (griego)
> eskalepa, menhir con inscripciones (ibérico)
eskulpir (romance)
eskribir (romance)
eskema (romance)
eskarpia / eskoplo, herramientas para esculpir (romance)
eskarbar
> exkavar >
kavar (romance)
esklabar
> klabar (romance)
eskytalo
cilindros
escritos (griego)
eskudo,
utensilio defensivo grabado con símbolos e inscripciones (romance)
Como hemos visto, el asunto es tan
aplastante que no admite controversia posible. Bien, pues no menos contundente
resulta lo sucedido con la palabra grabado, término cuyas dos versiones más antiguas aparecen
justamente en la lengua castellana: garabato y galimatías. Con la
particularidad añadida de que estas dos palabras castellanas resultan hallarse
emparentadas con todas aquellas que acabo de enumerar. Y es que los Eskálibes
o Cálibes
respondieron también a los gentilicios de Caribes, Carabantes o Garabantes.
Lo que viene a refrendar el rigor y la ancianidad de la tradición que -a tenor
de lo que se deduce de todas estas palabras- atribuía a estos pueblos
cantábricos la invención de la escritura. Júzguese, si no, a partir de todas estos términos, estrechamente vinculados entre sí:
gallanbaza
|
galimatías (romance
= castellano)
garrapato,
letras o signos torpes (idem)
garabato, rasgos mal trazados (idem)
grabado (idem)
grafos > gráficos (griego)
gramatos
> gramática (griego)
|
calabaza = calavera >
caletre, inteligencia (romance)
calimbo, marca (idem)
columba = columna, utilizadas antaño para realizar
inscripciones
cálamo, pluma
de ave para escribir
calabo
> clavo, punta incisiva para grabar
cárabe, ámbar;
material apreciadísimo para modelar figuras o efectuar
inscripciones de
carácter sagrado
cara(b)íta,
intérprete estricto de las Escrituras
Aparecen en este esquema, como vemos, por
una parte ciertas palabras directamente relacionadas con la escritura y, por
otra, varias más que designan a antiguos soportes,
objetos o materiales sobre los que se realizaban inscripciones o escritos. Tal
es el caso de las columnas, cuyos fustes servían para reproducir gestas y anales
históricos (recordemos
El esquema que acabo de reproducir se me
antoja, como mínimo, impresionante. Por lo que expresa y también por lo que
entraña, evidenciando hasta qué punto es extraordinariamente antigua la lengua
castellana. Porque aunque aceptásemos que gramatos fuera una voz griega que no
tenía su paralelo en el habla ibérica (supuesto que tengo por disparatado),
siempre estará ahí la palabra garabato, morfológicamente más
antigua que gramatos, para probar y documentar el sustrato ibérico de la
lengua griega, así como la mayor ancianidad de la lengua ibérica de la que es
hija el castellano.
Pero si impresionante es cuanto antecede, no
lo es menos el hecho de que al calor de esa misma raíz y en el seno de esa
misma prolífica familia de términos del lenguaje, se integren todas estas voces
que voy a enumerar a continuación y a las que vincula su relación con cualquier
tipo de instrumento cuyo carácter punzante o incisivo le hace útil para sujetar
o para agarrar objetos. Así pues y siempre a partir de la misma
radical de la que partíamos en el esquema precedente, vamos a descubrir esta
fascinante parentela de palabras montañesas
o protocastellanas:
garabasta, arista de los cereales
garabeta, taco de madera rematado con alfileres
garabitu, objeto o miembro erecto
garfañar, dar zarpazos
garfallar, coger de un zarpazo
garfaña, zarpa
garfio, utensilio punzante
garruñar, arañar
garrapilla, coger algo disputándolo
gurrufalla, gente rahez
gurrir, soltar el ancla
garranga, anzuelo
garra, que posee uñas agudas
garrabera, zarzamora con pinchos
garrancha, especie de garfio o gancho
garrancho, punta aguda de un tronco o rama
garrocha, vara con un arpón
garrote,
palo grueso rematado con un clavo
garrochón, rejón
garrón, espolón de un ave
Así se ha formado el lenguaje humano y no,
como se piensa, a partir de los préstamos de palabras entre unas lenguas y
otras. O, mucho menos aún, de ficticias colonizaciones
idiomáticas como la supuestamente protagonizada por la lengua latina.
Con la inclusión de este apartado sobre el
origen de las palabras escrito y grabado, he querido
demostrar que la prueba más
incontrovertible de que la escritura nació en el litoral cantábrico, nos la
proporciona el hecho de que dichas palabras tengan su origen en él. Y si,
además, resulta ser la propia Cantabria
la región en la que descubrimos las primeras manifestaciones de escritura, decenas de miles de años más
antiguas que las encontradas allende, entiendo que a partir de dos pruebas tan
colosales, no nos queda otra alternativa que la de rendirnos definitivamente a
la evidencia de que la escritura y, con
él, el lenguaje, tuvieron su cuna a orillas del Cantábrico. Como
vulgarmente se dice, el asunto no tiene
vuelta de hoja. Porque la prueba más demoledora de que lenguaje y escritura
nacieron en el Norte de España, aun
siéndolo enorme, no lo es el hecho de que sea en esta región en la que aparecen
las primeras manifestaciones escritas. La verdadera prueba del nueve de que esas dos cruciales innovaciones humanas
fueron gestadas por los remotos pobladores del litoral Cantábrico, nos la ofrece el hecho de que los términos para designar a esos dos
prodigiosos avances de
Los verdaderos padres de Europa Inicio
He escrito en numerosas ocasiones y vuelvo a
hacerlo una vez más, que el único
historiador pretérito que estuvo a punto de identificar la verdadera cuna de
Moreau
de Jonnés puso su sustantivo grano de arena al edificio de la
recuperación de la memoria perdida de
Juan
Parellada de Cardellac, Juan Fernández Amador de los Ríos, José
Pellicer de Ossau, Oscar Vladislav de Lubish Milosz, Waldemar Fenn, D´Iharce de
Bidassouet, D´Arbois de Jubainville, Louis Charpentier, Juan de Caramuel y
Lobkowitz, Padre Francisco Sota, Andrés Giménez Soler, Gregorio López Madera,
Fray Gregorio de Argáiz, Fray Juan Annio de Viterbo, Jerónimo Arbolanche,
Manuel de Góngora, Imanol Aguirre y Julio
Cejador.
De la existencia y de la obra de todos estos
nombres he ido sabiendo con posterioridad a la concepción de mis tesis y de la
publicación de mis primeros libros, habiendo sido mis propios lectores quienes
me han facilitado copias de algunos de los suyos. A todo ello me refiero en los
párrafos que siguen, en los que dejo constancia de las personas a través de las
cuales conocí a todos esos autores y, en los casos en que lo recuerdo, de las
fechas en que me entregaron las fotocopias de sus libros:
Juan
Parellada de Cardellac: mi
octava hija, Olibia, adquirió el
único título que conozco de este autor -La
lumière, vint-elle d´Occident?- en una librería de Salamanca en la que, en
aquel momento, se vendía mi libro Tartesos,
versus Ebro. Hacia el año 1998.
Juan
Fernández Amador de los Ríos:
en el curso de un ciclo de conferencias organizado por mí en Zaragoza -El río Ebro y los orígenes de Iberia- un
amante de nuestra historia que asistió a todas las conferencias, Agustín Serrate, se acercó a mí al
finalizar una de ellas y me mostró un opúsculo de este autor del que más tarde
me facilitó fotocopia. Fernández Amador
de los Ríos fue un ilustre catedrático aragonés, miembro además de
Oscar
Vladislav de Lubish Milosz y Waldemar Fenn: en el curso de ese
mismo ciclo de conferencias, uno de los escritores a los que invité a
participar en el mismo, Luis Racionero,
me mostró sendos libros descubiertos por él y que me permitió fotocopiar. A Waldemar Fenn acabo de referirme hace
un momento y en cuanto al lituano Milosz,
escribió un opúsculo clarividente titulado: Les origines ibériques du peuple
juif.
José
Pellicer i Ossau: supe
de la existencia de este antiguo cronista regio, que como muchos otros pero con
mayor fundamento y mejores argumentos defendió la localización de
D´Iharce
de Bidassouet: abate francés al que
descubrí también en
D´Arbois
de Jubainville y Louis Charpentier: ambos llegaron a mi
conocimiento a través de José Mª de
Areilza. Hacia el año 1988. La
obra del primero, Les premiers habitants de l´Europa, la había heredado Areilza de la biblioteca de su padre. D´Arbois
llevó a cabo una ímproba labor de recopilación de textos históricos griegos, en
la que hemos bebido innumerables investigadores europeos. Sólo por el rigor y
el acierto con que se consagró a esa difícil tarea de rescatar del olvido
multitud de testimonios históricos que permiten reconstruir
Juan
de Caramuel y Lobkowitz: en
un libro de este autor, que descubrí también en
Padre
Francisco Sota: historiador del siglo
XVII y autor del libro Chrónica de los Príncipes de Asturias y de
Cantabria. Supe de la existencia de este antiguo chronista en 1986 y a través del alcalde de Potes. Alguien que comprendió que el
contenido de esa obra suponía un refrendo monumental para mis tesis, se la
prestó para que me la hiciera llegar. Fue el primer libro en el que vi
palmariamente corroboradas mis tesis y el que me decidió a iniciar una
investigación en profundidad en
Andrés
Giménez Soler: catedrático e
historiador nacido en Zaragoza el año 1869. En su libro
Gregorio
López Madera: miembro del Consejo
de Castilla en el siglo XVI, defendió con ardor y erudición el
disparate que supone la afirmación de la latinidad
de la lengua castellana. Sólo un tonsurado andaluz de su época arremetió
contra él, basándose en la autoridad de todos los Doctores de
Fray
Gregorio de Argáiz: este
clérigo del siglo XVII -de cuya existencia supe merced a mis indagaciones en
Fray
Juan Annio de Viterbo: no
he sido muy exacto al señalar a Hauberto
de Sevilla como la bestia negra
de todos los historiadores españoles de los siglos precedentes. Porque tantos o
más denuestos que este monje alemán (o quien tras su identidad se escondiera...)
ha recibido en Europa este otro monje italiano, autor de una Chrónica de los orígenes de
Jerónimo
Arbolanche: jovencísimo y brillante
poeta de
Manuel
de Góngora: supe de la existencia
de este polígrafo andaluz que se postula como el primero en haber estudiado la
más remota escritura de
Moreau
de Jonnés: por último, supe de la
existencia de este erudito francés en una librería de Madrid más o menos
especializada en libros esotéricos y
extraños. Cosa curiosa, porque su libro Los tiempos mitológicos no tiene
absolutamente nada ni de lo uno ni de lo otro. Compré este libro en los años en
que viajaba con frecuencia a Madrid, desde Valladolid, con el fin de
entrevistarme con José María de Areilza
y de frecuentar
Uno de mis mayores orgullos como
investigador de la génesis de nuestra especie, habrá sido el de lograr reunir y
rescatar del olvido a toda esa relativamente extensa relación de sabios europeos que -en el decurso de
los últimos cinco siglos y a pesar de sufrir todos los condicionantes que sobre
el ejercicio intelectual libre e independiente imponía su difícil época-
tuvieron la lucidez y el valor de defender tesis históricas que contradecían
profundamente los conocimientos y, lo que es peor, los dogmas por entonces
consagrados. Nunca hasta ahora se había sabido de la existencia de esta
auténtica Escuela de Historiadores
europeos. Sólo se sabía de la existencia de algunos de esos nombres y, en
cualquier caso, jamás se había ni siquiera intuido que pudieran haber sido
tantos ni, muchísimo menos, que fueran tan estrechos los lazos que existían
entre todos ellos.
Todos esos investigadores que he enumerado
-y algunos otros que sin duda ha habido y de los que aún no tengo conocimiento-
configuran la más importante corriente
intelectual que jamás haya existido. Y su valor y mérito es tanto mayor
cuanto que los descubrimientos genéticos que ahora empiezan a prodigarse, han
confirmado el extraordinario acierto de todos esos Europeos a los que algún día
La conclusión que se desprende de este
extenso comentario que, plenamente consciente de su importancia, he querido
dedicar a los precursores de algunas de mis tesis históricas y filológicas, es
la de que, aunque enterrada por el tiempo, por la amnesia humana y por los
intereses de las naciones triunfadoras que han escrito